Un ramillete de Maravillas
En el corazón de nuestro querido y castizo Madrid hay un ramillete de Maravillas. Maravillas de ayer y de hoy. Maravillas de esperanza; maravillas de oración. Alientan esa gavilla de gracias las monjas Carmelitas de la estricta observancia. En la cosmopolita calle Príncipe de Vergara, no todo son centros de poder, comercios de moda fashion, ruido, bullicio, prisas… La comunidad de monjas Carmelitas de las Maravillas cumple 400 años, y nos invita a traspasar sus puertas; a hacer un alto en el camino de la Historia, a parar y pensar que la vida acelerada necesita de una parada y fonda
Corría el año 1613 cuando un grupo de seis jóvenes iniciaron una vida comunitaria en forma de clausura en una casa de la calle Fuencarral. Al poco tiempo, y para preservar su vida de oración y recogimiento, se vieron obligadas a cambiar de vivienda, llegando a ocupar una nueva en la entonces calle de los Estanques, hoy de la Palma. Y cuenta la tradición que un día, estando algunas monjas paseando por la huerta del convento, actual Plaza del Dos de Mayo, encontraron una pequeña imagen del Niño Jesús recostada en una mata de flores de maravillas (muy parecidas a las margaritas). Las monjas cogieron al Niño, lo llevaron al Coro e improvisaron un altar. Y comenzaron a llamarlo Niño de las Maravillas. Era el año 1620.
Siete años más tarde, en 1627, la Divina Providencia llevó al convento una imagen de la Virgen, conocida por unos como de la Rosa, y por otros como de las Maravillas, por las flores que la gente devota y agradecida ponía en sus manos. Esta imagen había estado en tal estado de deterioro que iba a ser retirada del culto. Recogida en su casa por un matrimonio, después de varios avatares, llegó a casa de un escultor, que la restauró. Poco a poco, la devoción a esta imagen de la Virgen, con fama de conceder favores a sus devotos, se fue extendiendo, y mucha gente acude a venerarla. Ante esta situación, las autoridades eclesiásticas deciden que tiene que estar en una iglesia. Y así llegó a la comunidad de las carmelitas, que la acogieron con gran devoción, y colocaron en sus manos la imagen del Niño Jesús encontrada unos años antes. Desde entonces, esta Virgen ha estado unida a la comunidad de las carmelitas.
Y fueron tantas las maravillas que realizó y los favores que concedió la Virgen de las Maravillas, que hasta el rey Felipe IV, agradecido por haber sido curado, gracias a su intercesión, financió la construcción de la iglesia del convento, actual parroquia de los Santos Justo y Pastor, o de Maravillas, en la madrileña plaza del 2 de Mayo.
Sin embargo, los avatares y sinsabores de la comunidad de las monjas Carmelitas no han cesado a lo largo de los tiempos. Así, la historia del convento está ligada a la sublevación del 2 de mayo de 1808, ya que, junto a sus muros, comenzó el glorioso levantamiento. Y la de la comunidad, a sucesivos cambios de casas, viéndose las monjas acogidas a la caridad de otras comunidades, ya que han sido víctimas de estafas, desamortizaciones, persecuciones religiosas…
En 1902, el matrimonio Calderón Gosálvez decide construir un nuevo convento en un terreno de su propiedad, en pleno barrio de Salamanca. Inaugurado en 1904, desde entonces las monjas sólo lo han abandonado durante la Guerra Civil. Y, en él, han permanecido siempre fieles a Dios y a la Iglesia. Fruto de sus sufrimientos, de sus oraciones y de su fidelidad, fueron el aumento de las vocaciones, que les permitió fundar sendos monasterios en la República Dominicana y en Filipinas.
Hoy, en este Año de la fe, la comunidad celebra con gozo y esperanza el 400 aniversario de su fundación. Y lo hace desde el corazón de Madrid, como signo de la presencia de Dios en medio del mundanal ruido, donde este ramillete de maravillas ofrece un remanso de paz y sosiego para muchas almas, que acuden a encontrarse con Dios y a implorar favores a su Madre maravillosa. La constante fidelidad a Cristo, a pesar de las dificultades y persecuciones, ha sido un estímulo y un testimonio de fe en la Providencia de Dios, y de confianza en la protección maternal de la Virgen María, Nuestra Señora de las Maravillas, que tantas gracias ha derramado y sigue enviando a sus queridas hijas.