Contra toda esperanza - Alfa y Omega

Contra toda esperanza

Javier Alonso Sandoica

Este libro es una historia de amor en un país donde el hombre, por el hecho de serlo, había sido sentenciado a muerte. Contra toda esperanza (en inglés, el sentido es aún más trágico: Hope against hope) es la biografía del gran poeta del siglo XX Ósip Mandelstam, escrito desde la mirada de Nadiezhda, su mujer. Ella no tenía, indudablemente, el talento literario de su marido, pero en estas páginas late una pasión por el ser humano y una búsqueda de la verdad tan desmedida, que estamos delante de una de las doce columnas básicas que sostienen el edificio del siglo XX.

Mucho antes de los grandes disidentes y reveladores de las atrocidades de la Rusia soviética, por supuesto mucho antes que cantara Alexander Solyenitzin, sale a la luz este texto de Nadiezhda. En un tiempo en el que la profesión de exterminadores era trabajo común –de hecho, se decía: Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos–, Mandelstam cae en desgracia por pura ingenuidad.

En el año 33, escribe una oda a Stalin de la siguiente guisa: Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha/ y relucen brillantes las cañas de sus botas… Evidentemente, no se le perdonó tamaño atentado. Le desterraron a los Urales y, tras varios años en Voronezh, fue nuevamente arrestado y condenado a cinco años de trabajos forzados cerca de Vladivostok. Murió en 1938; ese periplo de cuatro años desde el arresto hasta su muerte es detalladamente escrito por su mujer en estas páginas. Ella anduvo siempre cerca de él, y lo vio sufrir. Ambos sabían que las ideologías, imperios y cualquier tipo de construcción humana, son de una temporalidad matemática. Que duran un soplo y se desvanecen, ya lo había puesto por escrito Mandelstam: No es Roma la que vivirá por siglos, / ¡sino el lugar del hombre en el universo!

Nadiezhda llegó a aprenderse de memoria todos los poemas de su marido para que jamás fueran pasto del fuego, en un microcosmos donde pululaban provocadores, soplones y traidores. Así las cosas, después de 1937, la gente dejó de visitarse, y con ello los organismos de seguridad alcanzaron sus fines a largo plazo: debilitar los vínculos entre la gente.

Sería frívolo realizar una síntesis de estas 600 páginas que exigen la presencia de un lector apasionado. Mandelstam fue prueba manifiesta de que el hombre pisoteado sigue siendo capaz de generar belleza, gracias a su corazón y su conciencia.