Se cumplen 100 años del Primer Concurso de Cante Jondo. Se celebró los días 13 y 14 de junio de 1922 en la plaza de los Aljibes de la Alhambra. En su día no se apreció la trascendencia que después tendría. Cuentan que se le ocurrió a Miguel Cerón mientras paseaba con Manuel de Falla por el Generalife. En honor a la verdad, Falla sí fue consciente de la importancia que una cita así podía tener para el desarrollo del cante grande. Se les sumaron Lorca, Andrés Segovia y Manuel Jofre. Se trataba de convocar a cantaores no profesionales para devolver al arte su primitiva pureza. A medida que la idea se fue difundiendo en los círculos intelectuales, otros fueron acercándose a dar su apoyo, como Fernando Vílchez, Hermenegildo León, Zuloaga, Turina… Era como si lo más granado de la cultura española se hubiese sumado para impulsar lo que Federico llamó el «primitivo cante andaluz». En el concurso brillaron como invitados Antonio Chacón, asesor del jurado, y Manuel Soto Loreto, el Niño de Jerez, que pasaría a la historia como Manuel Torre, a quien Lorca dedicó las «Viñetas flamencas» de su Poema del cante jondo.
El concurso de 1922 lo ganaron, entre otros, Diego Bermúdez, el Tenazas de Morón, y un niño de 13 años llamado Manolito Ortega que, con el paso de los años, sería nada menos que Manolo Caracol. Sin embargo, no tuvo mucho impacto en el arte flamenco. Como advierte Manuel Bernal Romero en El flamenco y la Generación del 27 (Renacimiento, 2018), «el cante no recibió entonces, en 1922, ningún impacto positivo del certamen».
Sin embargo, no debe minusvalorarse la importancia que tuvo el concurso. Abrió al flamenco las puertas de unos círculos en los que se lo excluía o se lo arrinconaba. El cante jondo entró en los salones de la alta cultura, la de las élites, la de las revistas literarias y musicales. Ya lo dijo Félix Grande en su bellísima Memoria del flamenco cuando recordaba la fecha que ahora celebramos: «Lo que hizo importante al concurso […] fueron los largos meses de trabajos a contracorriente para llegar al fin previsto, para llegar al reconocimiento del flamenco en plano de igualdad con otras artes». Hay algo en el cante jondo que nos devuelve la humanidad palpitante del amor, del dolor y de la vida. No se me ocurre una música mejor para atravesar el desierto de nuestro tiempo.