La audioteca del Papa Francisco: de Édith Piaf a Elvis Presley - Alfa y Omega

La audioteca del Papa Francisco: de Édith Piaf a Elvis Presley

Hace tres años Francisco comenzó a enviar discos al cardenal Ravasi. Hoy custodia una pequeña audioteca con 1.734 CD y 58 vinilos

Victoria Isabel Cardiel C.
Audioteca del Papa Francisco. Foto: CNS.

El Papa Francisco es un melómano. Ama escuchar a Mozart, pero entre sus predilectos también están Bach y Beethoven. Le encanta el tango. También lo bailaba de joven. Uno de sus compositores favoritos es Astor Piazzolla. De niño solía escuchar con su madre un programa de ópera en la radio argentina los sábados por la tarde. Tiene oído musical y un gusto refinado que no desdeña a artistas más modernos como Édith Piaf, Elvis Presley o Ennio Morricone. Hace tres años comenzó a enviarle discos al presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, el cardenal Gianfranco Ravasi. «Cada uno traía consigo un billete escrito a mano con su caligrafía menuda, en los que decía más o menos: “Sé que le gusta la música, a mí también me gusta escucharla”», resume el purpurado. A los pocos días de haber recibido ese primer regalo, Ravasi le contestó con otra carta en la que le pedía más detalles sobre sus gustos musicales. Entonces llegó a su despacho una caja entera de discos. Nació así en una sala del Vaticano una audioteca a la que bautizó con el nombre del Pontífice, compuesta por los discos que Francisco le va enviando: «El catálogo actualizado incluye 1.734 CD y 58 vinilos, algunos de mucho valor. Muchos de ellos son regalos que los compositores, directores de orquesta o las casas discográficas le envían, conscientes de su afición por la música». Pero no pocos son discos que él tenía ya desde hace tiempo y que solía escuchar. «Eso se nota porque están más gastados y son como una radiografía musical del Papa», explica Ravasi. La mayoría son de música clásica, pero también hay espacio para otros géneros. Uno de los últimos regalos que el Pontífice envió al cardenal italiano fue una serie de vinilos del conocido compositor polaco Krzysztof Penderecki.

En la audioteca también hay mucho tango y hasta una colección de 25 canciones góspel de Elvis Presley, y música pop y folk. Francisco tiene grabada a fuego la ópera italiana, pero no deja de sorprender que también escuche a Wagner en la ejecución de su compatriota Daniel Barenboim. Ravasi confiesa que para él es «un autor que me resulta personalmente difícil».

El cardenal Ravasi en noviembre. Foto: CNS.

El Papa ama las grandes figuras emblemáticas de la música clásica, como Mozart. De hecho, le envió la colección completa del maestro del clasicismo. «Son 200 CD de la Deutsche Gramophon», enumera Ravasi. También le encanta Bach. De hecho, las Pasiones según san Mateo y san Juan, y las Variaciones Goldberg, BWV 988 en la ejecución de Richter, son sus preferidas. Pero también hay sorpresas: «Creo que le gusta mucho también Édith Piaf y la música popular. Y tengo la impresión de que últimamente se esté interesando por la música contemporánea. Nos ha mandado una colección de vinilos de Caterina Caselli y otro de obras menos conocidas de Ennio Morricone».

Cuando era arzobispo de Buenos Aires y Jorge Mario Bergoglio viajaba a Roma de visita, solía pasar por una antigua tienda de discos cerca del Panteón. Compraba ejemplares de música clásica que raramente se encontraban en su tierra natal. El pasado 11 de enero el Papa regresó a Stereosound, que se sitúa en pleno centro de Roma, cerca del Panteón. La foto que el periodista Javier Martínez-Brocal le sacó con vinilo bajo el brazo es solo una prueba más de su afición por la música. El título del disco elegido sigue siendo un misterio, pero el corresponsal de ABC tiene una hipótesis. El también director de la agencia de noticias Rome Reports apuesta a que pueda ser una rara edición de El rapto del serrallo, la ópera bufa de Mozart. La pista está en la nota manuscrita que el Papa hizo llegar al periodista: «Señor Javier Martínez-Brocal, no me negará que fue una bruta sorte (mala suerte) –como dice la señora del serrallo– que, después de tomar todas las precauciones, justo había en el lugar un periodista esperando a una persona en la parada de taxis».