El Papa pide «que no se use el trigo» de Ucrania «como arma de guerra»
Durante la audiencia, Francisco también ha advertido de que «la cultura del descarte» con los ancianos «envenena el mundo en el que vivimos»
El Papa Francisco ha concluido la audiencia general de este miércoles de la misma forma que concluyó el martes el mes de mayo, refiriéndose a Ucrania y haciendo, de alguna forma, un nuevo llamamiento de paz.
Durante su saludo en lengua italiana, el Santo Padre expresó su «gran preocupación por la exportación del grano de Ucrania, de la que depende la vida de millones de personas, especialmente en los países más pobres». Por ello, el Pontífice hizo un «llamamiento apremiante» para «que se haga todo tipo de esfuerzos para resolver tal cuestión y garantizar el derecho humano para poder alimentarse».
Por favor, concluyó el Papa, «que no se use el trigo, alimento básico, como arma de guerra».
Ensañamiento contra los ancianos
Previamente, el Papa se ha vuelto a referir a los ancianos durante la catequesis, a quienes les está dedicando un ciclo temático. En esta ocasión, ha denunciado el ensañamiento contra el anciano, «una forma de vileza en la que nos estamos especializando en nuestra sociedad».
«En la cultura del descarte, los ancianos son marginados». Incluso «no faltan quienes se aprovechan de la edad del anciano, para engañarlo, para intimidarlo de mil maneras». Francisco ha señalado algunas de ellas: «A menudo leemos en los periódicos o escuchamos noticias de personas ancianas que son engañadas sin escrúpulos para apoderarse de sus ahorros; o que quedan desprotegidos y abandonados sin cuidados; u ofendidos por formas de desprecio e intimidados para que renuncien a sus derechos».
Según el Pontífice, «tales crueldades también ocurren en las familias. Y esto es grave». Hay «ancianos abandonados en las residencias sin que los hijos vayan a verlos». Esta «cultura del descarte envenena el mundo en el que vivimos». Por ello, ha apremiado el Santo Padre, «toda la sociedad debe apresurarse para cuidar de sus ancianos, cada vez más numerosos y, a menudo, también más abandonados. Son el tesoro».
Por último, el Papa ha explicado «que todos somos tentados para esconder la propia vulnerabilidad, la enfermedad, la vejez… porque tememos que sean la antesala de nuestra pérdida de dignidad». Al contrario, «todos debemos aprender de la vejez. Hay un don en ser anciano entendido como abandonarse al cuidado de los demás, empezando por Dios mismo».