Queridos diocesanos:
El Día de las Personas Sin Hogar 2015, que este año se celebra el 29 de noviembre con el lema Porque es posible. Nadie sin Hogar. Que todas las personas tengan un hogar es un compromiso común, nos conciencia para que todos juntos, desde la Administración a los medios de comunicación, pasando por organizaciones sociales y ciudadanas, alcancemos un compromiso común para decir que es posible que todas las personas tengan un hogar.
Se cumplen ahora cinco años (2010-2015) en los que a nivel europeo se ha tratado de acabar con el sinhogarismo con el convencimiento de que este objetivo es posible. Un tiempo de denuncia y reivindicación en el que desde la Diócesis nos sumamos a los objetivos generales que se programaron con la Campaña puesta en marcha desde las instituciones europeas y que se concretaban en que nadie duerma en la calle, que nadie viva en alojamientos de emergencia por un periodo superior al necesario, que nadie resida en alojamientos temporales más de lo estrictamente necesario, y que nadie abandone una institución sin alternativa de alojamiento. Este año finaliza el quinquenio de esta acción global de sensibilización, dejando patente ante la opinión pública la posibilidad de que todas las personas tengan un hogar.
Nadie sin hogar
Vivir sin hogar, «es mucho más que estar sin techo», como se nos señala en la Campaña a la que anualmente se suma Cáritas. Es fundamental que se garanticen las condiciones para la vida digna de las personas, sobre todo de las que sufren mayor exclusión. Esta realidad afecta a un número de personas que deambulan expuestas al frío o a la lluvia, con un rostro desencajado, llevando sus pocos enseres por las calles de nuestras ciudades. Cuando llega la noche, tienen que cobijarse en los huecos de los cajeros automáticos, en los soportales o en parking para el aparcamiento de coches, y utilizar como único sistema para protegerse viejos cartones con los que se envuelven. Uno no pude dejar de pensar en ellas, percibiendo fácilmente que la persona ha dejado de ser el bien protegido. El Informe FOESSA del último año constata que un 7 % de la población vive en condiciones de hacinamiento grave y señala que «nos encontramos en un estado de emergencia social y residencial», encontrando dificultad para garantizar los derechos básicos de las personas más vulnerables.
No es fácil comprender que haya más de tres millones y medio de viviendas deshabitadas en España, que han sido planificadas para la inversión económica. En esta jornada tenemos que denunciar que hay personas en situación de exclusión residencial. El papa Francisco nos lo recuerda cuando habla de que la falta de vivienda es un problema en sí mismo grave, siendo «digno de ser considerado como signo o síntesis de toda una serie de insuficiencias económicas, sociales, culturales o simplemente humanas».
Las personas que viven sin hogar o en viviendas inseguras o inadecuadas: chabolismo o asentamientos masificados, constituyen grupos prioritarios para la consecución de una vivienda social adecuada y digna. Vivir en esas condiciones conlleva mucho sufrimiento. Tener una casa no es un privilegio, es un derecho. En nuestra diócesis tenemos personas desprotegidas a merced de las inclemencias del tiempo, sin un lugar en el que poder vivir. Muchas de ellas son atendidas por Cáritas Diocesana. Se nos llama a trabajar con la finalidad de que todas puedan vivir con la dignidad plena que ostentan. Que nadie se encuentre sin hogar, es un reto para todos. Es urgente poner solidariamente la realidad de estas personas en el centro de nuestra acción.
Exhortación final
Termino haciendo mías las conclusiones del Encuentro Estatal de Personas sin Hogar convocado por Cáritas Española, y en el que entre otras cosas se subrayaba que «la vivienda para todas las personas es un lugar donde encontramos cariño, amor y seguridad. El hogar es lo que se siente, por ello no entendemos que siga habiendo viviendas vacías mientras hay gente en la calle, es necesario ampliar y mejorar el acceso a la vivienda social».
Como ya os decía el pasado año, no debemos olvidar que nadie escoge libremente vivir en la calle. Miremos esta situación con entrañas de misericordia. Todas las personas deben tener un hogar, este es nuestro compromiso en la búsqueda del bien común.