Omella afirma que las víctimas de abusos son «la prioridad absoluta» y les pide perdón
En la apertura de la Asamblea Plenaria de la CEE, el purpurado critica la cultura de la cancelación, que genera «un clima asfixiante» para quien discrepe de «los nuevos dogmas»
El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, ha recordado durante la apertura de la Asamblea Plenaria de la CEE que las víctimas de abusos son su «prioridad absoluta» y reitera su «humilde petición de perdón por cada caso».
En este sentido, el purpurado ha defendido la auditoría encargada al despacho de abogados Cremades & Calvo-Sotelo, cuyo objetivo es «abordar el drama de los abusos y mejorar los procedimientos que las diferentes entidades eclesiales han puesto en marcha». «Con este paso se añade transparencia, rigor técnico y consistencia jurídica a la hora de abordar un drama que para la Iglesia es lacerante», ha añadido en su discurso.
Dicho esto, ha apuntado que este asunto constituye «una auténtica lacra social» que requiere «un análisis completo y un buen diagnóstico, libre de demagogias y sectarismo ideológicos». Omella ha comparado este fenómeno con el de la esclavitud: «Es una esclavitud que afecta a toda la sociedad, de la que estamos tomando conciencia y en la que lamentablemente algunos miembros de la Iglesia también han participado. Ha sucedido como pasó con el drama de la esclavitud, cuando la sociedad tardó muchísimos años en tomar conciencia de esta práctica terrible, denigrante y que tanto sufrimiento ocasionó».
Al hilo de esta cuestión, un grupo de cristianos de base ha hecho entrega en la sede de la CEE, mientras los obispos participaban en la Eucaristía, de un escrito en el que reclaman una comisión de la verdad que ponga luz sobre este drama.
Durante el discurso, el presidente de los obispos españoles ha recorrido todos los temas de actualidad a nivel social y político: la guerra en Ucrania, la crisis económica, la cultura de la cancelación y los límites a la libertad de expresión, los medios de comunicación o la desconfianza en la política. También asuntos eclesiales como la sinodalidad, los jóvenes o la familia.
Guerra en Ucrania
Ante la invasión rusa de Ucrania, que ha condenado explícitamente, ha recalcado que «la tarea de las Iglesias y comunidades religiosas en medio de esta tragedia debería contribuir a acelerar la consecución de la paz, basada en la justicia, en la verdad y en el perdón». Y ha añadido: «Es necesario reivindicar la democracia y el orden internacional basado en el derecho. Eso requiere liderazgo y un cambio cultural moral para recuperar los pilares sobre los que ha nacido el proyecto europeo, un camino de comunión que respete la diferencia. Como Iglesia y desde las innegables raíces cristianas de Europa, queremos aportar nuestra visión, nuestra colaboración leal y nuestra experiencia».
En este sentido, ha alabado la respuesta ante el drama de los refugiados, sobre todo mujeres, mayores y niños, abocados a abandonar Ucrania para salvar la vida. Ha reconocido que «va a ser necesario un esfuerzo sostenido en el tiempo» y asegurado la colaboración de la Iglesia, pero ha reclamado «una acción más coordinada entre todos los actores públicos y privados».
Por otra parte, ha reconocido que que la situación económica y social en nuestro país es difícil. Tras reconocer el trabajo de Cáritas Española, que cumple 75 años, ha afirmado que los tiempos actuales «exigen a todos una mayor solidaridad, así como una mayor cohesión social y política que aleje de frentismos y de polarizaciones ideológicas o políticas». «Es tiempo de unidad en las búsqueda del bien común», ha apostillado.
También sobre nuestro país, ha constatado «un hartazgo social ante la falta de acuerdo entre los grandes partidos y ante la incapacidad de colaboración», así como que la desconexión entre la clase política y la gente «aumenta». «Existe el riesgo de que la convicción de que la democracia es el mejor sistema político posible se diluya», ha agregado.
Cultura de la cancelación
Otra de las cuestiones que ha tocado durante su intervención es la de la cultura de la cancelación. Ha denunciado «un clima asfixiante para quien se atreva a discrepar de los nuevos dogmas». «La Iglesia promueve el respeto a la diferencia y defiende el principio de subsidiariedad del Estado, permitiendo defender respuestas y soluciones diversas a las políticamente correctas», ha abundado.
El purpurado ha puesto el ejemplo del aborto para afirmar que un Estado, «en lugar de potenciarlo, debería proteger con ayudas económicas y sociales a quien decida dar a luz una nueva vida». Según ha dicho, al Estado «no le corresponde hacer proselitismo del aborto, sino garantizar la libertad y la asistencia a la persona sea cual sea su decisión».
Sobre esta cuestión, ha enumerado aquellos temas que son «objeto de fricción» entre la Iglesia y la ideología dominante, y que esta última rechaza: la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y misión de la mujer en la sociedad y la familia formada entre un hombre y una mujer. «Estos son aspectos por los que estamos enormemente cuestionados por algunas ideologías, que no toleran la visión de la Iglesia y la menosprecian. Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados. Todos merecemos respeto», ha sentenciado.
Además, Omella ha defendido la objeción de conciencia como «un derecho necesario en la vida democrática, una garantía de verdadera convivencia, ya que permite un espacio seguro para todos». También ha explicado que es paradójico que «mientras nuestra cultura exalta una libertad sin vínculos, se pretenda reducir el ejercicio concreto y real de la libertad».
Sinodalidad
Una los eclesiales que ha abordado es el de la sinodalidad, que, según ha dicho, «no es el de las mayorías simples de votos, sino el camino más lento, pero más seguro y firme, del consenso».
«Esta nueva forma de gobierno corresponsable puede ayudar a renovar nuestras democracias. Necesitamos una democracia que descubra el diálogo auténtico y respetuoso, la escucha real, la reflexión profunda y sosegada sobre los temas importantes, y no las prisas a las que someten los lobbies de diversas ideologías», ha concluido.
El nuncio del Papa en España, Bernardito Auza, también ha tomado la palabra durante la apertura de la Plenaria de los obispos y ha abordado varias cuestiones: la guerra en Ucrania, la situación de los cristianos en Tierra Santa, el 75 aniversario de Cáritas, la objeción de conciencia o la sinodalidad.
Sobre esta última cuestión y utilizando palabras del Papa Francisco, Auza ha reivindicado que el fin de la Iglesia es la evangelización. En este sentido, ha manifestado tristeza cuando ve a alguna comunidad «que se equivoca de camino» y construye una Iglesia «de mítines, de minorías y mayorías». «Si no hay Espíritu Santo, oración, amor comunitario y Eucaristía la Iglesia se convierte en una sociedad humana, en un partido político y los cambios se hacen como en una empresa», ha subrayado.
Sobre el tema de la objeción de conciencia ha dicho que «no es un derecho de calidad, sino un derecho humano», mientras que ha condenado, de nuevo con palabras del Pontífice, «la inaceptable agresión armada contra la martirizada ucrania». «La situación parece empeorar», ha agregado.