«El verdadero empresario es un servidor» - Alfa y Omega

«El verdadero empresario es un servidor»

Un total de 180 empresarios católicos se reúnen en Santiago de Compostela para reivindicar la propuesta del Evangelio para el sector económico: la persona, en el centro

Fran Otero
Debate sobre bioética, ecología y responsabilidad social durante el encuentro. Foto: Arzobispado de Santiago de Compostela.

Tras volver a Oviedo de uno de sus viajes a Madrid, Rufino Orejas, presidente de Química del Nalón, una empresa del sector carboquímico integrada en el grupo familiar Orejas, cogió un taxi y, como otras tantas veces, entabló conversación con el conductor.

—¿Cómo ve la situación?

—Fatal. Esto es un desastre. Todo está en decadencia.

­—¿Y quién cree que tiene la culpa?

—Los empresarios, que son unos sinvergüenzas. Ya no hay como los de antes, familias que se comprometían y que se quedaban tiempo en un lugar. Ahora hay especuladores y cazasubvenciones.

El empresario asturiano responde con esta anécdota cuando en la conversación con Alfa y Omega sale la percepción negativa sobre el empresariado. «Es verdad que hay malos comportamientos, y estos redundan en una mala reputación», añade. Aunque también refiere, en otros casos, un pecado de envidia hacia el buen empresario de éxito.

Los empresarios participaron en una Eucaristía en la catedral de Santiago. Foto: Arzobispado de Santiago de Compostela.

Ante esta imagen parcial, Rufino Orejas reivindicó ante 180 colegas en el Encuentro de Empresarios Católicos, organizado por el Arzobispado de Santiago de Compostela a finales de la semana pasada, el papel del verdadero empresario, que es el que pone el interés de la empresa por encima de los intereses particulares de los distintos grupos que la forman y que, al fin y al cabo, garantiza «el bien común de todos». Recuerda a este semanario que la mayor parte de lo que genera una empresa tiene un impacto social, ya sea a través de los salarios de los trabajadores, de la reinversión en la empresa o del pago de impuestos, al margen de la colaboración con entidades sociales. «El verdadero empresario es un servidor», añade.

El también consejero en materia económica del Arzobispado de Oviedo sustenta estas afirmaciones en la fe y en la doctrina social de la Iglesia que sus padres le inculcaron. Unas enseñanzas que deberían llevar a todo empresario católico, dice, «a poner a la persona siempre en el centro, a tratarla con la máxima dignidad y a trabajar alineado con el bien común». Y esto, reconoce, no siempre es fácil en entornos donde domina el lenguaje mercantil y cuando el cristianismo propone la lógica del don. «La fe te da una orientación sobre el propósito de la empresa y permite vivir con un sentido. Se trata de llevar el mensaje evangélico a las relaciones sociales».

«Hay valores que los empresarios venimos practicando antes de que se pusiese de moda la responsabilidad social. Son los de la doctrina social de la Iglesia»
Guadalupe Murillo
Conservas Pescamar

Guadalupe Murillo coincide en la defensa férrea del bien común, la solidaridad y la dignidad humana. Es directora general de Conservas Pescamar, además de diputada en el Parlamento de Galicia y presidenta del Pontevedra C. F. «Hay valores que los empresarios venimos practicando desde hace tiempo, antes de que se pusiese de moda la responsabilidad social corporativa. Son los valores de siempre de la doctrina social de la Iglesia. El encuentro ha sido un buen momento para visibilizarlos y ponerlos en valor», explica. Valores que tienen un reflejo en su actividad. Reconoce que su mayor satisfacción e ilusión «es dar un puesto de trabajo a alguien», ayudarle en su proyecto de vida. Hace poco, tras la jubilación de una trabajadora que había estado en la empresa durante 55 años, pensaba en esto, en todo el tiempo en que llevó un sueldo mensual a su casa.

Del mismo modo, Murillo reivindica que los empresarios arriesgan su patrimonio y ponen mucho esfuerzo y dedicación en la empresa. Y sufren, porque, en ocasiones, de sus buenas o malas decisiones dependen puestos de trabajo. «Cuanto mejor vaya a los empresarios, mejor le irá al país», concluye.

Elena Rivo también participó en el encuentro. Es consejera de la empresa gallega Aceites Abril y profesora de la Universidad de Vigo, donde codirige la Cátedra de Empresa Familiar. Recalca, precisamente, la importancia de la iniciativa empresarial de las familias, que guardan esos valores vinculados a la doctrina social de la Iglesia. «Durante la pandemia, este tipo de empresas fueron más reacias a despedir a los trabajadores. Además, apuestan por la no contaminación, por fomentar la conciliación y por apoyar a instituciones como Cáritas», afirma.

«Un laico católico tiene que manifestar en la empresa que tiene fe y que hay alguien que impulsa su actuar, que es Cristo. Mi objetivo es compartir la fe»
Juan Antonio Perteger
Fundador de SLAM

Juan Antonio Perteguer llegó al congreso en calidad de promotor de colegios católicos. Dirige dos y está poniendo en marcha un centro internacional de alto rendimiento dirigido a jóvenes con talento para el deporte, el arte o la música. Anima a emprender en este ámbito. Urge, más bien. «Estamos acostumbrados a que las congregaciones religiosas tomen la iniciativa en la educación católica. En este siglo, o los laicos espabilamos, o nos quedamos sin escuela católica», explica a Alfa y Omega. Precisamente, durante su intervención en Santiago de Compostela, incidió en que «es la hora de los laicos» en este ámbito, en la necesidad de responder «a la emergencia educativa», y puso encima de la mesa, como ingeniero de formación, los desafíos que plantea la inteligencia artificial, a modo de idea disruptiva. Forma parte de la fundación creada por el Vaticano el pasado año para reflexionar sobre este asunto. «Si no abordamos la inteligencia artificial, esta tomará decisiones sobre nosotros que no están basadas en el Evangelio, ni siquiera en el humanismo, sino en una utilidad técnica», advierte a este semanario.

Para el obispo auxiliar de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto, encargado de recoger las conclusiones de este evento, el encuentro ha mostrado un empresariado de diversos sectores, pero implicado en el bienestar de sus trabajadores, preocupado por el mantenimiento de la actividad y consciente de los desafíos que enfrenta. Hombres y mujeres que necesitarán el acompañamiento de la Iglesia, que tiene que ser de principios, los del Evangelio. «El Evangelio ilumina la acción del empresario y tiene repercusión social», concluye.

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