Francisco sobre Ucrania: Nada justifica esta «guerra repugnante», «inhumana» y «sacrílega»
Durante el rezo del ángelus ha pedido que los refugiados ucranianos no caigan en el olvido tras estas primeras semanas de emergencia
«Masacre insensata», «guerra repugnante» o «sacrílega». El Papa lo puede decir más alto, pero no más claro. Este domingo durante el rezo del ángelus ha vuelto a clamar contra «la violenta agresión contra Ucrania, una masacre insensata donde cada día se repiten atrocidades», en sus propias palabras.
De nuevo, con un tono severo y contundente como en semanas anteriores, el Santo Padre ha llamado a la comunidad internacional a buscar una solución, a que «se comprometa de verdad a poner fin a esta guerra repugnante», porque «no hay justificaciones para esto».
Francisco visitó este sábado el Bambino Gesù de Roma y pudo ser testigo en primera persona del efecto que la artillería rusa está teniendo sobre la carne del pueblo Ucraniano. En el hospital pediátrico del Vaticano hay ahora mismo 19 niños ucranianos ingresados, algunos están enfermos y otros son heridos de guerra. El Papa ha explicado durante el ángelus que pudo ver a uno de ellos que está mutilado y a otro que tiene heridas en la cabeza. Por eso, ha lamentado que sigan lloviendo las bombas sobre los inocentes, «tantos abuelos, enfermos y pobres separados de sus familiares. Tantos niños y personas frágiles que se han quedado para morir bajo las bombas sin poder recibir ayuda y sin encontrar seguridad siquiera en los refugios antiaéreos». Así, ha definido la agresión como una «crueldad inhumana» y «sacrílega» porque va contra «la sacralidad de la vida humana». La vida, ha insistido, tiene que ser respetada «por encima de cualquier estrategia».
En varias ocasiones los peregrinos presentes en la plaza han interrumpido las palabras del Papa con aplausos. Francisco ha recordado a los que se han quedado en Ucrania y a los que se han marchado, más de tres millones de personas en un éxodo no visto en décadas. Para ellos ha pedido que la euforia del momento no nos haga olvidar que van a necesitar ayuda durante meses e incluso años: «Seamos cercanos a este pueblo martirizado. Abracémoslo con afecto, con un compromiso concreto y con la oración. Y, por favor, no nos acostumbremos a la guerra y a la violencia. No nos cansemos de acoger con generosidad, como se está haciendo, no solo ahora en la emergencia, sino en las semanas y meses que llegarán. Sabéis que en el primer momento nos entregamos por completo para acoger, pero luego nos acostumbramos, se enfría un poco el corazón y nos olvidamos».
Ha dedicado además unas palabras de agradecimiento hacia los pastores, religiosos y religiosas de la Iglesia ucraniana que han permanecido compartiendo destino con el resto del pueblo de Dios. El Papa ha explicado que está en contacto telefónico con varios de ellos. «Me consuela saber que a la población que se ha quedado bajo las bombas no le falta la cercanía de los pastores que en estos días trágicos están viviendo el Evangelio de la caridad y de la fraternidad», ha contado Francisco quien ha reconocido especialmente el valor de su nuncio, el joven Visvaldas Kulbokas, que permanece en Kiev. «Con su presencia me hace cercano cada día al martirizado pueblo ucraniano», ha señalado.
De Dios no puede venir nunca el mal
De acuerdo con la lectura del Evangelio de este domingo, el Papa ha reflexionado sobre el misterio del mal, sobre quién tiene la culpa cuando sucede una tragedia. «Son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias negativas nos abruman y nos sentimos impotentes ante el mal, muchas veces se nos ocurre preguntarnos: ‘¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?’», ha dicho haciendo suyas las preguntas de muchos ante las circunstancias que se están sucediendo.
Francisco ha advertido de la tendencia a pensar que Dios es el culpable cuando el mal abruma porque se corre «el riesgo de perder lucidez»: «Cuántas veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia, sino que, por el contrario, sufre por nosotros y con nosotros». Una reacción que puede es habitual cuando una persona se enfrenta a la injusticia, la violencia, la marginación o la guerra. Pero el Santo Padre ha recordado que «de Dios no puede venir nunca el mal porque no nos trata según nuestros pecados, sino conforme a su misericordia».
En lugar de buscar a un culpable fuera, el Papa ha invitado a examinar cómo el pecado que viene de dentro es el que da lugar a «egoísmos y decisiones equivocadas y violentas que desencadenan el mal». La solución que propone el Señor a este pecado es abrirse «a la lógica del Evangelio» y, por tanto, la conversión, «una invitación apremiante, especialmente en este tiempo de Cuaresma». Esa conversión, ha insistido, es un proceso constante ya que muchas veces «volvemos a caer en los mismos errores y en los mismos pecados». Ahí es donde entra «la paciencia de Dios», el «Dios de una nueva oportunidad», ha dicho Francisco, porque no se cansa de darnos otra oportunidad, «no se cansa de darnos confianza con ternura». «Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los padres, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro», ha insistido el Santo Padre. «Dios es cercano, misericordioso y tierno», ha concluido.