Francisco recuerda que rezar transforma la realidad y pide hacerlo por Ucrania
Así lo ha pedido durante la misa que ha conmemorado el 400 aniversario de la canonización de Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Ávila, Isidro Labrador y Felipe Neri. Ha concelebrado el cardenal Osoro
Hace 400 años, subieron a los altares cinco santos fundamentales en la Historia de la Iglesia. Cuatro eran españoles y, entre ellos, uno fue el que fundó la orden a la que pertenece el actual sucesor de Pedro.
Por eso, Francisco ha querido acudir a la celebración en Roma que ha conmemorado semejante fecha, el 12 de marzo de 1622. El entonces Papa Gregorio XIII canonizó a cinco figuras extraordinarias: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Ávila, Isidro Labrador y Felipe Neri.
Durante la homilía de esta misa, el Papa Francisco ha destacado distintas cualidades de cada uno de ellos. La misa ha estado presidida por el Superior general de los Jesuitas, Arturo Sosa, pero ha sido Francisco quien ha pronunciado la homilía reflexionando sobre la lectura evangélica de la Transfiguración. El cardenal Carlos Osoro ha concelebrado en esta Eucaristía como arzobispo de la ciudad de la que Isidro Labrador es patrón.
El Papa ha explicado que se ha de prestar atención a las indicaciones que Jesús ofrece para nuestro camino. Una de ellas es no dejarse llevar por ninguna nostalgia, quejas o pesimismo porque «son tentaciones que paralizan el camino, senderos que no llevan a ninguna parte». Algo que tampoco conduce a ninguna parte son el clericalismo «que nos vuelve rígidos ni por las ideologías que dividen. Los santos que hoy recordamos han sido columnas de comunión». Por eso, ha animado a caminar juntos e incluso a subir montañas juntos, como sucedió en la transfiguración, porque «para seguir a Jesús hay que dejar las planicies de la mediocridad y las bajadas de la comodidad; hay que dejar los propios hábitos tranquilizadores para efectuar un movimiento de éxodo». De ahí que el Papa haya advertido de la tentación de volver sobre los mismos pasos, «los de la repetición estéril, los de la comodidad, los de lo ya visto». Por el contrario, «el Espíritu sugiere aperturas, da paz, pero sin dejarnos nunca tranquilos, envía a los discípulos hasta los últimos rincones del mundo», como hizo san Francisco Javier. Él fue lo opuesto a «de una fe estática y aparcada», de un alma narcotizada. El Papa ha subrayado que precisamente ahora no es tiempo «de dejarse anestesiar por el clima consumista e individualista de hoy, según el cual la vida es buena si es buena para mí». Así, Francisco ha invitado a «salir de nosotros mismos» y seguir a Jesús, como hizo santa Teresa.
Rezar es otro de los hitos en el camino del seguimiento a Cristo. Francisco ha invitado a preguntase qué significa rezar para los cristianos de hoy: «Orar es transformar la realidad. Es una misión activa, una intercesión continua. No es un alejamiento del mundo, sino un cambio del mundo. Orar es llevar la pulsación de la actualidad a Dios para que su mirada se abra de par en par sobre la Historia. Nos hará bien preguntarnos si la oración nos sumerge en esta transformación; si arroja una nueva luz sobre las personas y transfigura las situaciones. Porque si la oración está viva ‘trastoca por dentro’, reaviva el fuego de la misión, enciende la alegría, provoca continuamente que nos dejemos inquietar por el grito sufriente del mundo. Preguntémonos cómo estamos rezando por la guerra actual». San Felipe Neri era un maestro de oración. Rezar «le hacía abrir las puertas a los niños de la calle». Mientras que san Isidro, «rezaba en los campos y llevaba el trabajo agrícola a la oración».
Por último, el Pontífice ha animado a salir de uno mismo «para llegar hasta los confines indicados por Dios» y «rezar para transformar el mundo en el que estamos inmersos».
Antes de impartir su bendición, tres mujeres refugiadas acogidas por el centro Astalli, que se encuentra en el complejo de la iglesia del Gesù, han entregado a Francisco un catálogo de fotos de los 40 años de este centro del Jesuit Refugee Service fundado por el padre Arrupe.