De Belén a Baños - Alfa y Omega

Era ayer cuando María me contaba que habían organizado una excursión para ver la iluminación navideña de una gran ciudad, no recuerdo cual. Es lógico, pero me resulta sorprendente… ir a ver luces de la Navidad. Si eres alguien que busca en profundidad, si eres un creyente que busca dar sentido a tu fe, me atrevería a proponerte el viaje al revés.

Sí, ven a Baños de la Peña, a un pueblecito casi sin farolas, donde la luz sale por las ventanas de las cuatro casas habitadas.

Cuando leo el Evangelio de Lucas «y María dio a luz en Belén a su primogénito» siento algo especial, porque Belén es Baños, Villota o Villarmienzo, o todos esos pueblos pequeñitos. Siento cómo Dios se hace carne de nuestra carne al lado de los olvidados. En el silencio de lo humilde. Y será Mateo, el pastor de mi pueblo, quien podrá vivir la cercanía del Dios hecho Niño al volver con el rebaño de anochecida. Sospecho que a Dios le encontramos cuando nos agachamos, cuando nos asencillamos. Cuando nos asomamos en medio de la noche (con lo que tiene de oscuridad) a lo más hondo del ser humano, cuando nos descalzamos y sentimos el frío y el calor de la vida sencilla, de lo sin importancia, de la conversación tranquila, de la ayuda al pobre y al vecino. Del pequeño perdón que cuesta, de sentirnos juntos pueblo.

Belén y Nazaret significan vida oculta, casi insignificante, sin luces y a veces sin resultados o frutos. Es crecimiento en calidad humana, en sencillez, casi en el olvido y la lentitud de lo que merece la pena. Y para muchos, pensarán, en la inutilidad. Sé que una propuesta de vida como esta casi ni se entiende en los tiempos que nos toca vivir. Tiempos en los que lo que llama la atención es el brillo. Este estilo de vida lo podemos aprender de nuestros padres y abuelos, esos que han hecho estos pueblos, con una vida entregada y callada, llena de esfuerzos generosos por construir un pueblo y un mundo mejor sin buscar el aplauso o la foto. Sé que cuesta vivir lo que es Belén y Nazaret en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia.

Así que, María, si quieres coge el autobús de la excursión de las luces, pero el camino hacia Belén es otro. Y lo tienes más cerca (no hace falta ni siquiera internet). ¡Feliz Navidad!