San Juan de Dios inaugura en Madrid el mayor centro para personas con discapacidad de Europa
«Son cada uno una persona muy especial a la que queremos cuidar», explica Blas Rodríguez, el coordinador del servicio
«A medida que pasa el tiempo, el deterioro de las personas con discapacidad va aumentando, porque su situación hace que se vayan asociando más patologías», explica Blas Rodríguez, coordinador de Enfermería de la Unidad Niño Jesús, un nuevo servicio del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos (Madrid) inaugurada en el entorno del Día Internacional de las Personas con Discapacidad que se celebra este viernes, 3 de diciembre. La nueva unidad forma parte del mayor centro de Europa para pacientes de estas características, y cuenta con 103 camas entre habitaciones dobles e individuales, con acceso a oxígeno en todas ellas, además de otros servicios como wifi, teléfono y televisión, terraza, salas de estar, de curas y de terapia, gimnasio y luz natural en todos los espacios. Y todo ello se añade a otros servicios del centro, como dos pisos supervisados y uno tutelado, orientados a este tipo de pacientes.
Son casi 6.000 metros cuadrados para atender a personas con discapacidad, entre ellas muchos mayores, que son «son los más frágiles», afirma Blas Rodríguez, porque según pasan los años aparecen patologías que se suman a que «poco a poco empiezan a perder capacidades. Por eso nuestra función es potenciar las que tienen y recuperar las que hayan podido perder».
En este sentido, el enfermero subraya «la satisfacción de ver cómo estas personas consiguen simplemente levantar la cuchara y llevársela a la boca, por ejemplo», lo cual para ellos es «importantísimo» ya que les da «mucha autonomía». Rodríguez habla de una «estimulación continua» que implica a un equipo multidisciplinar que trabaja en todas las áreas «para evitar que se anquilosen».
Así, cada paciente tiene un plan de acción individual con un objetivo que se revisa cada seis meses: ponerse la ropa solos, llevar una adecuada higiene bucal o moverse sin ayuda. Y todo esto tengan la edad que tengan: «Con los mayores tenemos incluso más objetivos, con el fin de evitar y retrasar su deterioro, en dos sentidos: mantener su autonomía y trabajar sobre sus patologías crónicas», dice el coordinador. Y si llega el momento, «los acompañamos al buen morir, ofreciendo los cuidados paliativos que necesiten cuando lo necesiten, y así evitar un dolor y una angustia innecesarios».
Ni un número ni un caso
En este recorrido, juega un papel fundamental la familia. «Lo mejor para estas personas es que puedan seguir estando con los suyos, porque la familia es una pieza fundamental de su rehabilitación. Pero también es verdad que muchos padres y hermanos han trabajado mucho y durante muchos años con ellos y al final su deterioro es considerable. El día a día ocasiona mucho desgaste en el hogar». De todos modos, «ellos siguen implicados y nosotros hacemos lo posible para involucrarles en el proceso».
Para Blas, los pacientes con discapacidad, sobre todo los más mayores, «son los privilegiados de Dios, y así los queremos tratar. Esto es una casa, un hogar para ellos. No son un número ni un caso, son cada uno una persona muy especial que queremos cuidar. No nos podemos ir a casa con la sensación de que hemos podido hacer algo más ese día por ellos».