El movimiento provida vuelve a la calle este domingo por mujeres como Leire
Después de sanar sus heridas por una «intervención violenta del embarazo», como llama al aborto, ahora Leire ayuda a otras mujeres que viven el dolor y la culpa en silencio
Leire abortó a su hijo en el año 2009. «Era defensora del aborto con esa idea del “nosotras parimos, nosotras decidimos”, sin ninguna conciencia de la vida que había dentro». Cuando se quedó embarazada, en medio de una crisis de pareja y viviendo en Macao (China), «lo viví como un marrón». Había decidido volver a España, y lo hizo al llegar, «de la forma más fría posible. Volví a casa y nunca más se habló del tema».
Al tiempo, viviendo en Madrid con quien todavía era su pareja, comenzó a tener vértigos. Sospechó que tenían un componente psicológico y empezó a ir a terapia. Su terapeuta, con un enfoque «holístico», acabó detectando que estaban relacionados «con el profundo sentimiento de soledad que tenía… que a la vez es una causa por la que muchas mujeres optan por el aborto». Comprendió también que «había llevado una trayectoria de destrucción tal que había dejado que mi pareja me destruyera como mujer, y también me permití destruir».
Mucho antes de ir elaborando así su historia, a las pocas semanas de empezar, descubrió que estaba embarazada de nuevo. «Se lo dije al terapeuta y me dio la enhorabuena. Pensé que no se enteraba de nada, porque para mí no era una buena noticia». Por un lado, sabía que no quería volver a pasar por un aborto provocado. «No por nada moral, sino porque tenía la sensación de que iba a destrozar mi cuerpo». Pero «tampoco sabía cómo afrontarlo». Hasta que el terapeuta le dijo una frase que la marcó: «Leire, deja de destruir y ponte a construir». Fue capaz de conectar con su hijo, y «salí muy ilusionada».
Nueva pérdida… y reencuentro
Perdió a ese bebé de forma natural, y construyó otro muro. Sin embargo, dos años después y gracias a la terapia todo el dolor afloró. Fue «como un parto». Pero al mismo tiempo «se estableció una conexión con mis hijos. Ya tenía conciencia de que lo que había perdido eran mis hijos, no un amasijo de células». Pasó «un período difícil por la culpa. Me sentía lo peor, cruel, descorazonada». Finalmente, logró perdonarse al tomar conciencia de que «yo también había sido víctima de un sistema que permite esta violencia y no te acompaña».
Durante este período, había roto con el padre de sus dos hijos, incapaz de comprender y aceptar este proceso. Poco después conoció a quien hoy es su pareja, que «me ayudó mucho» y con quien tuvo a su hijo Lander hace cuatro años.
Leire comenzó a compartir su testimonio y a hacer activismo contra el aborto en 2018. Se define como «de izquierdas, espiritual y feminista», y le indignaron la cantidad de pancartas favorables a esta práctica que vio cuando fue a la manifestación del 8M. Desde entonces, trabaja por crear conciencia de que «no hay aborto seguro, de que es una intervención violenta» (así lo llama siempre, aprovechando las siglas IVE), una «experiencia traumática» que «destroza a la mujer y por supuesto la vida de su hijo».
La soledad de las mujeres
Al darse a conocer, otras mujeres que habían pasado por lo mismo empezaron a contactar con ella y pedirle ayuda. Así, desde la amistad, ha acompañado ya a bastantes. «Lo normal es que lo vivan en silencio, porque la mayoría de gente en su entorno les dice que lo que hicieran estaba bien y era lo mejor. Quieren que pasen página sin abordar el duelo, porque entonces habría que reconocer a ese hijo».
Se reconoce en estas situaciones. Durante una temporada, cortó con su familia cuando comentó lo vivido. «No querían afrontar que apoyaron la pérdida de su primer nieto». Hace un tiempo ya que recuperó el contacto, también por su hijo, pero evitando el tema para no generar conflictos.
Habla, por ejemplo, de una psicóloga que hizo a una mujer «repetir 100 veces en un papel “no era un bebé”. Pero ella estaba totalmente rota porque reconocía que sí lo era». También recuerda a otras que le han pedido ayuda a escondidas de su pareja. «Algunas han tenido intentos de suicidio».
Antes de llegar a convocar una concentración, las entidades detrás de Cada Vida Importa han intentado hacer una contribución constructiva al debate. Por ejemplo, cuando se abrió el proceso de consulta pública para la reforma de la ley del aborto, «movilizamos a todos nuestros miembros y asociaciones particulares para que participasen». Asegura que presentaron centenares de aportaciones. Pero «es como hablarle a una pared».
Por otro lado, también reconoce que «no puedes derogar leyes, por muy injustas que sean, simplemente saliendo a la calle». Por ello, seguirán «divulgando información, estudios y análisis», con la esperanza de generar un movimiento social tal que lleve a la desaparición de estas leyes y la aprobación de otras más favorables a la dignidad humana.
En el caso concreto de la eutanasia, «seguiremos recordando la necesidad de apostar por los cuidados paliativos, tan deficitarios en España». Algo que la sociedad civil puede hacer, en primer lugar, «trabajando para que a toda persona con un sufrimiento tal que desee su propia muerte le llegue el mensaje de que el suicidio asistido no es la única alternativa». Y, además, recordando continuamente a los gobiernos e instituciones públicas «su obligación de apostar por la vida y el bienestar de los ciudadanos».
Para ayudar a quienes recurren a ella, «trato de que establezcan un vínculo con sus hijos, que en plano espiritual sí que existen», y que reconozcan que son madres. «Hay formas muy bonitas de darles un sitio simbólico en el hogar». También «las animo a que se rebelen, a que no se queden en ese victimismo y ellas sean una nueva voz que eviten que otras mujeres caigan en el mismo error». Así, espera dejar de ser «de los pocos testimonios» en España sobre este tema.
«Es el momento de salir a la calle»
Leire será una de las personas que darán testimonio el domingo 28 de noviembre durante la concentración convocada en Madrid por la plataforma Cada Vida Importa, con la adhesión de una cuarentena de entidades. Se denunciará la aprobación de la Ley de Eutanasia, la penalización de defensores de la vida, los ataques a la objeción de conciencia de los médicos y la falta de ayudas a las madres en dificultad.
Para evitar que más mujeres acaben pasando por lo que sufrió ella, Leire cree que es fundamental que «la mujer cuente con un apoyo amoroso y sensible, que la haga ver que las cosas pueden salir bien». Poner fin a su embarazo sería realmente voluntario si «la mujer no estuviera en shock, si pudiera oír el latido en una ecografía para ver si realmente su voluntad es acabar con eso».
Por eso, denuncia los intentos por «estigmatizar una ayuda que ha salvado a un montón de familias» y que, aunque se ofrezca cerca de las clínicas, «no me parece acoso». «Parece que están arrinconando e intentando ahogar a toda la causa de la defensa de la vida humana, sin excepción», lamenta Javier Rodríguez, director general del Foro Español de la Familia. «Era el momento para salir a la calle». «Nunca hemos estado desaparecidos».
«Nunca hemos estado desaparecidos»
Se trata de la primera gran concentración provida no solo desde la pandemia, sino también respecto a los años anteriores. «Nunca hemos estado desaparecidos», asegura Rodríguez. Pero reconoce que la sociedad ha cambiado. No, asegura, en cuanto al apoyo social. «Cada vez hay más personas que se suman a la defensa de la vida humana». Algo que atribuye a que «la ideología va perdiendo peso frente a la evidencia», y al empuje de las nuevas generaciones.
Sin embargo, al mismo tiempo «también crece un entorno individualista y relativista», por lo que es más difícil «agrupar a estas personas en un mismo evento». Con todo, en esta convocatoria «hay muchos más movimientos involucrados». También ha constatado «una unidad tremenda», sin que nadie «mire a su ombligo o intente sacar rédito». Por ello, se muestra «muy orgulloso de este trabajo en equipo».