Europa es un chupete
La lectura política debe ser posterior a la humana. Lo político se construye una vez asentado el suelo básico de necesidades. Esa niña y su padre no son una bandera ni pueden ser usados como tal
El Gobierno de Bielorrusia está mandando a seres humanos a la frontera de la Unión Europea como si fueran piezas de ajedrez en el gran tablero de la geoestrategia internacional. Su presidente, aliado con Putin y molesto porque la UE no aceptó su reciente simulacro electoral, arroja a los inmigrantes a la frontera polaca sabiendo que ese es el punto débil –y el fuerte– del Viejo Continente. Porque Europa, más allá de las razones políticas, no puede permanecer impasible ante el drama de las personas que, engañadas, congeladas y hambrientas, se hacinan frente a sus puertas. La solución no es sencilla, en democracia casi nunca lo es; pero, sea cual sea, debe pasar por poner en primer término la acogida al ser humano, la atención a su inalienable dignidad. Luego habrá que reclamar, exigir y hacer cumplir, pero todos esos imperativos deben palidecer en primera instancia ante el rostro amargo de la tristeza que representan imágenes como la que acompaña este texto.
La foto está tomada en un bosque cerca de Narewka, la semana pasada. Padre e hija miran en la misma dirección, con el débil consuelo del pañuelo y el chupete, que tratan de contener algo parecido a la rabia, el dolor y la frustración. La lectura política debe ser posterior a la humana. Lo político se construye una vez asentado el suelo básico de necesidades. Esa niña y su padre no son una bandera ni pueden ser usados como tal. Si lo hacemos, estaremos aceptando el esquema planteado por Bielorrusia. Su hambre reclama una mirada larga que huya de la estrategia y el ingenio. Seamos tontos, bobos, ingenuos, seamos como niños y dejémonos insultar por los gerifaltes del grito, el tuit y la conspiración. Seamos ese chupete que nos reclama y exige.
Diego S. Garrocho, quien acaba de ganar el II Premio de Periodismo David Gistau, habla de una cierta «banalización de la moral», ya que, si hacemos de todo una gran causa, tan necesitados de épica como estamos, entonces «las cosas que verdaderamente son morales se conviertan en indiferentes». Este es uno de esos temas que tienen que ver con los principios primeros. Como han recordado los obispos bielorrusos, «es un deber moral unirse a la causa de los migrantes». El corto plazo nos apremia. Lo ha expresado con claridad el nuncio apostólico en la zona, Ante Jozic: «No podemos simplemente mirar a las miles de personas atrapadas entre la vida o la muerte en la frontera, a la espera de soluciones duraderas». Ese instante congelado de la foto muestra una verdad escondida: nos miran a nosotros, somos los que estamos al otro lado de la frontera, que no es solo un lugar físico. Estamos en el lado de Roma, Atenas y Jerusalén, en la nación de las raíces que trata de dar alas a sus hijos. Y esa niña es una de los nuestros.
Europa, sé tú misma, amparo de los pobres, luz de los dormidos, pañuelo de los oprimidos, chupete de los inocentes.