Quien quiera lavar su alma..., ¡al Retiro!
«Son barcos que caminan hacia el horizonte», decía don Ignacio Vicens, el arquitecto encargado de diseñar los 200 confesionarios que han convertido el Parque del Retiro en una Fiesta del Perdón. Ríos de jóvenes han pasado, desde el miércoles 17 hasta el sábado 20, para llegar purificados al encuentro con Cristo, a través del sucesor de Pedro
«Es incontable el número de personas que ha pasado por aquí estos días», cuenta, visiblemente emocionada, una de las voluntarias encargadas de repartir por el parque del Retiro una guía de ayuda a la confesión, en diferentes idiomas, ilustrado con el cuadro de Rembrandt del Hijo pródigo, y encabezado por una cita del Mensaje de Benedicto XVI para la JMJ: «Queridos jóvenes, aprended a ver, a encontrar a Jesús en el sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón». Según la organización, 40.000 personas habían pasado hasta el sábado por la mañana por allí, nada extraño viendo la energía de los voluntarios para animar a sus hermanos en la fe a limpiar su corazón: «¡Chicos, que Cristo os está esperando!», gritaban, con una sonrisa.
Y vaya si los esperaba; para ponérselo fácil, hasta 3.000 sacerdotes han confesado, durante los cuatro días que ha durado la Fiesta del Perdón, en diversos idiomas -español, italiano, francés, inglés, alemán…- Incluso, cuando se cerró el acceso a los confesionarios del Retiro, los sacerdotes se marcharon con los jóvenes que aun faltaban por confesarse a otras zonas del parque. Nadie se podía quedar sin el perdón de Dios y sin participar plenamente de la Eucaristía.
Y para prepararse, antes y después de limpiar el alma, a escasos metros de los confesionarios, se podía encontrar la carpa de la Adoración eucarística, custodiada por las Misioneras de la Caridad. Desde primerísima hora de la mañana -a las 9,00 horas-, ya llegaban regueros de jóvenes a postrarse ante el Santísimo: «Es fundamental el recogimiento y un rato de silencio entre tanto bullicio, para así comenzar el día con buen pie», explica Jorge, un joven alicantino que recarga pilas con la oración; porque los peregrinos de la JMJ cantan, ríen y, sobre todo, rezan.
Augustin Deney, de origen francés y estudiante de Ciencias Políticas, es uno de los cuatro jóvenes que confesó el Santo Padre en el Retiro el sábado por la mañana -la primera vez que algo así ocurre en una Jornada Mundial de la Juventud-, elegidos por sorteo entre voluntarios de la JMJ de habla alemana, francesa o italiana, y menores de 30 años.
«Cuando mi nombre fue extraído de la pequeña caja en la que estaban los nombres de los voluntarios, ¡todo el mundo gritaba y vinieron corriendo a felicitarme!», cuenta Augustin al diario francés La Croix. «¡Los otros estaban casi más felices que yo!», exclama el joven, que estuvo dos semanas pensando qué le iba a decir al Santo Padre. «Al final, tardé cinco minutos en decir al Papa lo que realmente quería decirle», añade.
Sobre el momento tan íntimo de la confesión, Augustin sólo cuenta que el Papa fue el primero que habló: «Su voz era tranquila y sosegada, tanto que a veces tenía que pegar la oreja a la rejilla». Y afirma que, antes de absolverle, le dio un consejo. «Este encuentro no va a cambiar mi vida, pero, sin duda, lo recordaré durante mucho tiempo: las palabras del Papa estarán presentes en los momentos más importantes de mi vida», concluye.