Miguel Coronado en La Puerta Gótica
La sala de exposiciones del Colegio Mayor Belagua, en la Universidad de Navarra, acoge la muestra La luz de la belleza del pintor madrileño Miguel Coronado. Una exposición que habla de la verdadera Belleza, con mayúscula
Pamplona es una ciudad cada vez más comprometida con la cultura y el arte. Uno de los principales focos motivadores en la actualidad es la Universidad de Navarra. Desde que se fundó el MUN (Museo Universidad de Navarra) en el corazón del campus, los pamplonicas, en especial los universitarios, respiran un nuevo aire intelectual que les impulsa a enriquecer su cultura y a interesarse por las artes en todas sus disciplinas.
El nacimiento de La Puerta Gótica –sala de exposiciones del Colegio Mayor Belagua– coincidió con este boom artístico y acabó por convertirse en la hermana pequeña del museo en el campus, centrada específicamente en artes plásticas. Lo que empezó siendo una iniciativa para los residentes, es ahora una auténtica sala de exposiciones abierta al público sin el requerimiento de pertenecer al colegio. Su objetivo es la formación y educación en el mundo del arte actual, atendiendo a los valores más humanísticos que ofrece. La Puerta Gótica también ambiciona a ser un espacio de reflexión y de acercamiento del arte a la vida cotidiana. Han organizado, desde talleres de pintura y escultura, hasta exposiciones colectivas e individuales de artista contemporáneos. El proyecto empezó pisando fuerte y no ha bajado el ritmo. En sus salas se ha expuesto la obra de artistas como Diana García, Fermín Alvira, Pilar Guerrero, Antonio Oteiza y Pedro Quesada.
Para esta temporada de otoño, el invitado de La Puerta Gótica es Miguel Coronado (Madrid, 1972) con su muestra titulada La luz de la belleza, disponible hasta el 3 de diciembre. Su pintura es figurativa y fotográfica a la vez que abstracta y elevada, pero, ante todo, sincera y pura. Coronado tiene un lenguaje personal con una evidente inspiración en el realismo mágico de su ídolo: Antonio López. La veladura juega un papel primordial en su técnica pictórica, y la utiliza para evitar la planitud de los colores y conseguir un realismo más matérico y profundo. Comienza con manchas grandes y planas de color para luego trabajar sobre ellas hasta dotarlas de esa tridimensionalidad con la superposición de capas traslúcidas.
En cuanto a la dimensión subjetiva, expresiva o trascendental de su obra, Coronado se centra en el hombre en general y en su familia en particular. Él mismo confiesa que ser padre de familia numerosa es fundamental en su carrera. Gran parte de sus escenas las protagonizan sus siete hijos en situaciones cotidianas. Por eso no sigue ninguna fórmula de trabajo concreta. La realidad diaria le atrapa y descubre una belleza muy penetrante. «Estamos acostumbrados a percibir una belleza muy pasajera que no está unida a lo eterno», explicó el artista en el coloquio de inauguración, y añadió sin complejos que «la belleza profunda y eterna es Jesucristo, la verdad escondida que se manifestó y nos salvó». Mientras los artistas, en general, buscan expresar la belleza universalmente entendida, Coronado no se conforma con una estética objetiva, sino que persigue lo más profundo, la verdad, lo eterno… y rechaza lo superficial y lo frívolo. Por eso la intuición es bastante clave en su trabajo. Redescubre el lenguaje de la pintura para hablar de realidades más intensas. «Belleza es descubrir que Dios te quiere hasta en tus facetas más miserables, aquellas que te destruyen. Este descubrimiento me ha cambiado la vida. El amor de Dios transforma la vida», declaró conmovido. Todo esto, Coronado lo transporta a su trabajo para explicar a Dios con el arte. Qué mejor manera de expresar esa Belleza con mayúscula.