«Los misioneros dan testimonio del Evangelio con sus vidas»
El Papa ha reconocido la labor de quienes «se dedican en primera línea al servicio de la Iglesia, a veces pagando un caro precio»
«Hoy, Jornada Mundial de las Misiones, saludo a tantos misioneros (sacerdotes, religiosos y laicos) que se dedican en primera línea al servicio de la Iglesia, pagando tantas veces el caro precio de su testimonio. Y no lo hacen por proselitismo, sino por el testimonio del Evangelio en su vida, en las tierras que no conocen a Jesús». Con estas palabras, el Papa Francisco ha reconocido este domingo la labor de los misioneros, en su alocución tras el rezo del ángelus desde la Plaza de San Pedro, en Roma.
El Pontífice ha aprovechado el Domund para expresar su «cercanía» a los refugiados e inmigrantes de Libia, muchos de los cuales viven estos días a la intemperie tras una ola de arrestos por parte de las autoridades del país. «No los olvido jamás. Siento sus gritos y rezo por ustedes. Muchas de estas personas están expuestas a una violencia inhumana, y pido una vez más a la comunidad internacional que busque soluciones a los flujos migratorios de Libia hacia el Mediterráneo», ha rogado Francisco.
El Papa ha informado de dos beatificaciones en Italia. Ayer en Brescia tuvo lugar la de sor Lucía de la Inmaculada Ripamonti, religiosa de las Siervas de la Caridad. «Mujer mansa y acogedora, falleció en 1952, a los 45 años, tras una vida de dedicación al prójimo», ha recordado Francisco. Y este domingo se celebra en Rimini la de Sandra Sabattini, estudiante de Medicina que falleció en un accidente en 1984 cuando tenía 22 años: «Alegre y con gran caridad, se dedicó a los más débiles».
Una oración «valiente»
En su lectura del Evangelio del día, en el que el ciego Bartimeo ruega a Jesús que se apiade de él, el Papa ha animado a todos los fieles a que las oraciones a Dios sean «valientes» y «sustanciosas», en lugar de «anémicas y superficiales». «La oración de Bartimeo no es tímida ni convencional. Le reconoce Mesías y le llama por su nombre, con confianza, sin miedo. No le pide una dádiva: al que puede hacer todo le pide todo. No pide una gracia, sino misericordia para su persona, para su vida», ha remarcado Francisco.
«Cuando pedimos a Dios, tenemos que poner en la oración nuestra propia historia: las heridas, las humillaciones, los sueños rotos, los remordimientos, los errores… Preguntémonos: ¿cómo va nuestra oración? ¿Es una oración valiente? ¿Tiene la insistencia buena de Bartimeo, sabe aferrar al Señor mientras pasa, o se conforma con hacerle un saludo formal de vez en cuando?», ha planteado el Santo Padre. «¿Es una oración sustanciosa? ¿Descubrimos nuestro corazón delante del Señor? ¿Le presentamos la historia y los rostros de nuestra vida, o es una oración anémica y superficial, hecha de rituales sin afecto?», ha añadido.
«Cuando la fe está viva, la oración es sentida. La oración no se reduce a las necesidades del momento: a Jesús, que todo lo puede, se le pide todo. Él no ve el momento de derramar su Gracia en nuestros corazones, pero somos nosotros los que lamentablemente mantenemos las distancias, quizá por timidez o incredulidad. Muchas veces, cuando rezamos, no creemos que el Señor pueda hacer milagros», ha advertido el Papa.