Una Iglesia que escucha a los «alejados y ausentes»
La Conferencia Episcopal prepara un cuestionario específico para incorporar a la fase diocesana del Sínodo. «Queremos que sea una consulta amplia e inclusiva», afirma el obispo responsable
Uno de los retos de la fase diocesana del Sínodo de Obispos sobre la sinodalidad, que se inaugura este fin de semana, será la incorporación al diálogo de personas que viven fuera de la Iglesia, tal y como se ha pedido desde la Santa Sede. Así lo confirma en conversación con Alfa y Omega Vicente Jiménez Zamora, cabeza del equipo sinodal que ha creado la Conferencia Episcopal Española (CEE) para acompañar a las diócesis en este camino. «Queremos que sea una consulta verdadera, no para cumplir el expediente, sino muy amplia e inclusiva. Que incorpore a los alejados y ausentes y tire de imaginación creativa para llegar a ellos», afirma.
Por lo pronto, confirma que desde la CEE se está preparando un cuestionario específico, «más sencillo y provocativo», para que este colectivo pueda hacer sus aportaciones. Al margen de los diversos canales habilitados, como el correo electrónico, Jiménez Zamora pide que sean los propios cristianos presentes en los ambientes de frontera –cárceles, universidades, cultura, mundo obrero, diálogo interreligioso y ecuménico…– los que den el primer paso: «No van a venir donde estamos nosotros. Con anuncios en las homilías o con la hoja parroquial no vamos a llegar a ellos. Hay que ir a los foros donde están, con militantes que quieran salir y provocar un diálogo de tú a tú, cara a cara, y con un cuestionario y planteamientos distintos a los de las parroquias, consejos presbiterales o grupos», añade.
En este sentido, cree que es necesario que haya «empatía y simpatía» con estas personas que ya no van a la Iglesia, de modo que «no se les mire como alejados, sino como hermanos, como hijos de Dios». «Se trata de crear un clima de confianza, pues muchos en esta situación no son escuchados y sienten que no se cuenta con ellos», recalca. Cree, además, que en este diálogo «saldrán sorpresas» y que, probablemente, «los que están fuera darán más en la diana que los que estamos dentro, que tenemos los moldes hechos».
Al arzobispo emérito de Zaragoza se le acumulan los trabajos en las últimas semanas. A mediados de septiembre presidió la primera reunión del equipo de la Conferencia Episcopal –con representantes de los distintos ámbitos de la Iglesia: laicos, vida religiosa, movimientos…–, el 29 del mismo mes presentó los trabajos a los obispos de la Comisión Permanente, y la semana pasada se reunió con los responsables diocesanos para este camino. Entre tanto, está animando a las diócesis a tomarse en serio el Sínodo y a verlo «no como un estorbo para los procesos y programaciones propias, sino como un estímulo para la renovación». «Iniciamos un camino, y la sinodalidad es el elemento que debe marcar el modo de ser en la Iglesia», recalcó en la última reunión.
La jerarquía «sirve al pueblo»
Este nuevo estilo, añade el prelado, «nace de la base» y en él, la jerarquía «sirve al pueblo». «No se decide desde arriba, sino desde abajo», insiste. Por tanto, una vez concluya el evento central de este Sínodo, en octubre de 2023, «todo el trabajo volverá a las diócesis», de modo que cualquier cuestión de la vida de la Iglesia «sea abordada en clave sinodal, contando con todos».
Para ayudar en este proceso, Publicaciones Claretianas acaba de lanzar el libro Diez cosas que el Papa quiere que sepas sobre la sinodalidad, a cargo del claretiano Carlos Martínez Oliveras, y que incluye un prólogo del cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, y un epílogo de Jiménez Zamora. «La sinodalidad es una buena recuperación de la herencia conciliar», afirma Martínez Oliveras en conversación con Alfa y Omega.
En su opinión, la gran novedad del Sínodo es la consulta a todo el pueblo de Dios, que será «el que elabore las decisiones» que luego tendrán que tomar el colegio episcopal y el Papa. «Quien elabora la decisión, marca la decisión», añade.
La fase diocesana se extenderá hasta el mes de abril del próximo año y se dejará una cierta libertad a las diócesis para que organicen. Eso sí, el 30 de marzo tendrán que haber hecho llegar a la CEE una síntesis de diez páginas, que se condensarán a su vez en un documento nacional que se enviará a la Secretaría General del Sínodo. Como cierre de esta fase, la Iglesia en España, según anuncia Jiménez Zamora, celebrará una asamblea en la que participen personas implicadas en el proceso sinodal.
A pesar de que no sabía quién la había propuesto para participar, la teóloga española Cristina Inogés impartió el pasado sábado una meditación durante la apertura del Sínodo de Obispos sobre la sinodalidad. Entre los asistentes estuvieron el Papa Francisco –al que solo pudo saludar brevemente al cruzarse con él en el pasillo– y una nutrida representación del episcopado mundial, reunidos en el Aula Nueva del Sínodo para escuchar, entre otros, a Inogés. «Ha sido muy emocionante para mí», explica a Alfa y Omega aún desde Roma. «En el momento en el que me levanté para ir al atril, pensé: “Cristina, no lo has buscado, pero aquí estás, haciendo historia de la Iglesia”», confiesa.
Durante su intervención, la teóloga instó a que la Iglesia vuelva a ser esa «Iglesia-hogar en la que todos confiemos y en la que todos nos encontremos a gusto», resume para este semanario. Para ello, pidió «hacer una revisión seria del pasado» y «ayudar al Papa a reconstruir una Iglesia en la que la voz de los pobres, de todos esos marginados, alejados –que se marcharon porque no los escuchamos y que no los echamos de menos– estén en el centro».
Est esta una tarea imprescindible ya que, según Cristina Inogés, «el Espíritu en la Iglesia siempre ha hablado a través de los débiles, de los pequeños y de las minorías». En este sentido, resaltó la importancia actual del laicado, aunque «hay que tener presente que lo que estamos celebrando actualmente se trata de un Sínodo de Obispos y no podemos desnaturalizar su esencia», añade. Que «con el tiempo y con el devenir de la sinodalidad podemos llegar a tener sínodos del pueblo de Dios, pues probablemente sí y sería muy deseable, pero este es de los obispos y no se puede cambiar su naturaleza». Se trata, concluyó, de «ir aprendiendo, poco a poco, a ser Iglesia de otra manera».