Tres de cada cuatro venezolanos sufren pobreza extrema
La Universidad Católica Andrés Bello ha hecho público un estudio que desvela que una de cada dos personas en edad laboral está inactiva
La pobreza en Venezuela ha tocado techo, afirmaron el miércoles expertos de la Universidad Católica Andrés Bello, de los jesuitas. Pero no es una buena noticia. Según la Encuesta sobre Condiciones de Vida que realiza anualmente esta universidad, el 94,5 % de los venezolanos está por debajo del umbral de la pobreza. Es difícil que esta cifra aumente más, explicó el investigador Luis Pedro España, porque el 5 % de la población restante «tiene cómo mantener su nivel de ingresos a pesar de la recesión», ajustándolos para que no se devalúen con la inflación.
A partir de ahora, prevé que lo único que puede variar es la pobreza extrema. Y, ahí, la situación sigue agravándose a marchas forzadas. Según la encuesta realizada en 14.000 hogares, el 76,6 % de la población es extremadamente pobre. Un dato que implica que son incapaces de adquirir los alimentos básicos. Esto supone 8,9 puntos porcentuales más que en la encuesta de 2019/2020, cuando era el 67,7 % de la sociedad. En su momento de mayor riqueza, la pobreza en Venezuela estaba en el 33 % y la extrema en el 9 %.
En un año, Venezuela se ha convertido en el país con más desigualdad de Iberoamérica. Con un coeficiente de Gini [que mide la desigualdad dentro de un país] de 56,7, ha superado a Brasil, Colombia y Panamá. Pero para España este no es el problema más preocupante ahora mismo. Incluso con la igualdad más absoluta, los ingresos per cápita serían de un dólar al día, la mitad del umbral internacional de la pobreza extrema (1,9).
Uno de cada dos, sin empleo
España explicó que los factores que más han influido en este cambio han sido la crisis de combustible y las medidas preventivas contra la COVID-19. Como consecuencia, la mitad de la población en edad laboral está inactiva: no encuentra trabajo, ha desistido incluso de buscarlo por la insuficiencia de los ingresos o trabaja menos de 15 horas semanales. Además, «los que siguen trabajando lo hacen en condiciones mucho más precarias».
Esto ha llevado a que los llamados ingresos no laborales hayan pasado del 14 % en 2014 al 45 %. Son las pensiones, las remesas que envían desde el exterior tres de cada cinco migrantes, y los bonos del Gobierno. Sin embargo, estas transferencias directas «cayeron un 20 % en términos reales», y apenas equivalen a 3,9 euros mensuales por hogar. Para que los hogares en pobreza extrema pasaran a pobreza no extrema, «los bonos tendrían que ser 30 veces superiores».
Otro dato preocupante para el experto es que «se precarizó mucho el tipo de tenencia» de la vivienda. Cada vez más personas viven «en viviendas prestadas», como cuidadores, como consecuencia de la emigración. En este ámbito de la movilidad humana, la coordinadora de la investigación, Anitza Freitez, subrayó también que «pese a la pandemia, es bastante reducido el porcentaje de retornados. El retorno de migrantes al país solo alcanza al 5 % de los que se fueron».
Llamamiento a las instituciones
El rector de la UCAB, el jesuita Francisco José Virtuoso, lamentó durante la presentación de la encuesta que «el Estado y los sectores políticos prestan poca atención a estos estudios». Por ello, invitó a tomarlos en consideración en el contexto actual, tanto de negociación política como ante las próximas elecciones regionales y municipales del 21 de noviembre. «Esperamos también que los votantes exijan a quienes se proponen como candidatos lineamientos frente a los graves desafíos que se presentan en este estudio», apuntó.
Virtuoso también pidió más implicación a «los organismos internacionales de cooperación». Estos sí tienen interés por conocer estas cifras, pero deben «aprovecharlas para hacer más eficaz su trabajo. No quiero pensar que la polarización que existe en el país sea tan grave que obligue a muchos, nacionales y extranjeros, a guardar silencio pensando que ello les facilita su acción».