La Iglesia acompaña a los desalojados por el volcán de La Palma
El sacerdote Alberto Hernández no puede acceder a ninguna de las cuatro parroquias que tiene a su cargo. Solo le queda la casa rectoral, donde ha alojado a personas que han tenido que abandonar sus casas
Este lunes, el sacerdote Alberto Hernández no podrá celebrar la Eucaristía en ninguna de las cuatro parroquias que tiene a su cargo en La Palma. Concretamente, en Las Manchas, Todoque, La Laguna y Puerto Naos. Todas ellas se encuentran en el perímetro de seguridad que las autoridades han establecido tras la erupción de uno de los volcanes, el de Cumbre Vieja. «No puedo acceder, están en zona de riesgo», afirma. Solo le queda la casa rectoral, donde ha montado un pequeño altar y celebrará la Eucaristía mientras por la ventana se deja ver una intensa columna de humo.
Le preocupa la situación de uno de sus templos, el dedicado a san Pío X, que podría encontrarse en la trayectoria de la colada de lava, aunque todavía más la situación de los vecinos, sus feligreses. Alguno de ellos, está alojado en la propia rectoral, pues no tenían a donde ir. «Ahora mismo, como Iglesia, mantenemos contacto telefónico con los desalojados y con los que sabemos que han perdido sus casas. Lo estamos viviendo con mucha impotencia. El espectáculo es visualmente muy bonito, pero cuando se ven las secuelas es otra cosa», explica en conversación con Alfa y Omega.
Además del acompañamiento, el sacerdote está abasteciéndose de alimentos para ofrecerlos a las personas que no quieren ir a los refugios y se están quedando en los coches para ver de primera mano lo que sucede con sus viviendas. También les ofrece su casa «para ducharse, para poner una lavadora o lo que necesiten».
En último término, solo queda «llorar con los que lloran», porque produce «mucha tristeza» ver la historia de tanta gente que «ha labrado su vida a base de esfuerzo —migrantes, mayores…— y que, de repente, todo desaparece bajo la lava».
«Son gente humilde, sencilla y trabajadora. Hay agricultores y algunos funcionarios. Personas que se habían construido su propia casa y que tenían en el campo su medio de subsistencia. Confiemos en que las autoridades respondan y lleguen las ayudas», explica.
Y aunque están nerviosos y preocupados, los vecinos «son gente de fe». «Cuando llamé al vecino más cercano al volcán —200 metros— para interesarme por él, me dijo: “La casa se perderá, pero estamos vivos y es un milagro que estemos vivos”. La fe es fundamental».
Junto al trabajo de Alberto Hernández, otras parroquias como la del municipio de El Paso han puesto a disposición de las autoridades los salones parroquiales y otras dependencias para el alojamiento de personas evacuadas, aunque por el momento no han sido necesarias.
«Cercanía y solidaridad» del obispo
Ante esta situación, el obispo Tenerife, Bernardo Álvarez, ha mostrado su «cercanía y solidaridad» con todos los habitantes de La Palma, especialmente con aquellos que han tenido que ser evacuados o han perdido casas y cultivos.
«Pido a Dios por todos. De forma especial por los enfermos, personas mayores y por quienes tiene problemas de movilidad. Que el Señor les dé paciencia y fortaleza. Les encomiendo a la Virgen María de las Nieves [patrona de la isla], a la que pido que este fenómeno de la naturaleza cause los menos daños posibles y pase pronto», ha afirmado en un comunicado.
Las reacciones también se han producido desde otras diócesis. Es el caso del cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), que ha afirmado a través de Twitter que «los acontecimientos de La Palma nos unen a nuestros hermanos de Canarias y rezamos por ellos».