Afirmaba Bill Clinton que «cuando los tiempos son difíciles, el conflicto constante puede ser una buena política, pero, en el mundo real, la cooperación funciona mejor. Después de todo, nadie tiene razón todo el tiempo, y hasta un reloj estropeado marca bien la hora dos veces al día». ¿Habrán leído en el Ejecutivo socialista al presidente demócrata? A todas luces, no.
Por ello, tras el trágala de la ley Celaá se nos avecina la ley Castells… Ojalá la ministra Alegría nos diera una ídem con el proyecto de FP. Aunque viendo sus primeros pasos con la LOMLOE, cuidado.
La apuesta por la imposición. Como si la comunidad educativa tuviera pocos frentes que atender, el Gobierno ha abierto otros más. En el peor momento, de la peor forma, y empecinadamente.
Los socialistas, que reclamaban desde la oposición un pacto de Estado sobre educación, han aplicado una receta antagónica. Desprecian así la oportunidad de dar estabilidad al sistema para afrontar unidos las verdaderas necesidades de la educación. Y juegan con los profesionales del sector y el resto de la comunidad educativa, con la que está cayendo.
La que está cayendo. La pandemia de la COVID-19 ha ocasionado un grave impacto: el del aprendizaje perdido. Al que hay que poner remedio cuanto antes. ¿Cómo estaríamos, por cierto, sin la extraordinaria implicación, responsabilidad y compromiso de tantos alumnos, familias y profesionales de la educación? ¿Cómo al albur de órdenes y contraórdenes, imprevisiones e ineficiencia de alguna Administración, con la estatal a la cabeza?
Los centros, en general, están volcados, a pesar de verse afectados por el incremento de sus costes y la caída de sus ingresos (comedores, extraescolares…) por causa de la pandemia; por el empobrecimiento o desempleo de sus familias, o el miedo de algunas de estas a escolarizar, en edades no obligatorias, a sus hijos; unos niños que, cuando vuelven a casa, quizás han de convivir con sus abuelos.
Y todo ello en un curso en que se constata en las matrículas la fuerte caída de la natalidad. ¿Hará algo, en serio, el Gobierno ante el invierno demográfico? No parece que sea lo que centre sus preocupaciones: váyanse a los telediarios. O al BOE.
La LOMLOE y sus desarrollos. En medio de toda esta tormenta perfecta, la actitud de algunos parecería querer hacer bueno a Marx (don Groucho): «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, y aplicar después los remedios equivocados». Quizá no quepa una mejor descripción de la tramitación maleducada, con nocturnidad y alevosía, a modo apisonadora, de la ley Celaá.
La LOMLOE no es sino una –mala– ley liberticida aprobada por quienes presumen de defender los derechos de las minorías mientras vulneran los de millones de ciudadanos. A los que no han querido oír. Una ley que hurta a los padres la libertad de elección de centro en igualdad de oportunidades; que pretende imponerles la educación moral (afectivo-sexual) de sus hijos; que ataca a la diferenciada y a los colegios de educación especial, que carga contra la asignatura de Religión… ¡Qué decir de una ley educativa española que desprecia el español o el valor del esfuerzo!
De los desarrollos de la LOMLOE poco cabe esperar: las patronales de la concertada, entre otros muchos, no han tenido participación en los borradores que se gestan sobre enseñanzas mínimas; son preocupantes –por lo que se lee en los medios–, por la carga ideológica de algunas asignaturas.
Además, aún no se ha aprobado el real decreto de evaluación, promoción y titulación, ¡que ha de aplicarse en este curso! Un retraso importante que se agravará, ya que las comunidades autónomas tienen que dictar, a posteriori, las correspondientes normas. Y ojo con su contenido. Ningunea el valor del esfuerzo.
Con respecto al proyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario Español, el panorama no es halagüeño: letra y tufo ideológicos; despotismo ilustrado (distintos sectores protestan por la falta de diálogo); imposición de requisitos a universidades que, por dimensión o presupuesto, quizás solo cumplan las públicas… Eso sí, según Castells, copiar en los exámenes no será sancionable en «la ley universitaria más feminista de la historia» (sic).
Concluyo aludiendo al proyecto de Ley de Ordenación e Integración de la FP. Existen cuestiones relevantes que incorporar en su tramitación, como que se programe la oferta con participación de la comunidad educativa; que se sea flexible –y pise suelo– con la dual: ni siquiera en Alemania toda la FP puede serlo, o que se incluya a la concertada, que prácticamente ni aparece en el proyecto, a pesar de lo mucho que aporta. Poco razonable si esta ley pretende recoger todo lo concerniente a FP en todos los ámbitos…
¿Será este proyecto –con los consensos necesarios– lo único que alivie el complejo panorama que afronta la comunidad educativa? Ojalá sea así. Por más que el actual Gobierno –por sus hechos los conoceréis– diste mucho de ser razonable o creíble.