650 personas viven en casas pagadas por el Papa en Croacia
El Óbolo de San Pedro ayudó a Cáritas Croacia a comprar 200 módulos para familias afectadas por el terremoto de diciembre pasado
El día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, la tierra tembló tres veces en la región croata de Sisak. Con todo, el golpe fuerte llegó al día siguiente: un terremoto de 6,4 grados, con epicentro en Strasnik, dañó todas las casas en Majske Poljane y buena parte de las de Petrinja, Strasnik y Sibic. Siete personas murieron, docenas resultaron heridas, y 100.000 personas se quedaron sin electricidad, ni agua, ni calefacción.
De las 39.264 viviendas ya analizadas por la Dirección Nacional de Protección Civil, unas 4.700 se han declarado inhabitables. En un primer momento, los afectados «encontraron refugio con familias de acogida, en hoteles y en centros comunitarios», explica Marijana Bosnar, de Cáritas Croacia. Pero la perspectiva de que las labores de reconstrucción llevaran al Gobierno «muchos meses o años» hacía necesario buscar alternativas «dignas y seguras». Después de las primeras semanas de ayuda humanitaria básica, que pronto atendieron otras entidades, Cáritas hizo de esta su principal prioridad.
El 16 de enero llegaron los primeros módulos prefabricados encargados por Cáritas Croacia. Del tamaño de un contenedor, están equipados con camas, baño, lavadora, una pequeña cocina, calefacción y aire acondicionado. Desde entonces, se han instalado 200 de estas casas, en las que viven 650 personas. Esto ha sido posible, en gran medida, gracias al donativo de 100.000 euros enviado por el Papa Francisco con fondos procedentes de la colecta del Óbolo de San Pedro. Después de celebrarse de forma extraordinaria el 4 de octubre a causa de la pandemia, este 27 de junio vuelve a su fecha habitual: el domingo más cercano a la solemnidad de san Pedro y san Pablo.
Un acicate para ayudar más
Para entregar las casas que gracias al Óbolo se compraron para la región de Sisak, en Cáritas Croacia «nos centramos en las personas y familias más vulnerables» de las zonas rurales, apunta Bosnar. Al evaluar la situación sobre el terreno, los trabajadores de Cáritas detectaron que «la mayoría de los equipos se estaban enviando a Petrinja», la localidad más grande. Y en las áreas más remotas había un vacío, tanto de información como de asistencia. Es cierto que «eran las menos dañadas». Pero «las evaluaciones preliminares sugerían que las personas afectadas querían permanecer cerca de su fuente de ingresos, la agricultura y la ganadería». Obligarlos a abandonar sus campos y animales para desplazarse y recibir asistencia en las localidades más grandes de la región solo agravaría el daño causado por el seísmo.
Bosnar destaca que, dentro de todas las aportaciones «muy generosas» que recibieron de la Iglesia en todo el mundo, la del Papa Francisco por medio del Óbolo «nos animó especialmente». Además, a pesar de que también la UE, otros países y agencias internacionales enviaron fondos, esta «tuvo un eco muy amplio en los medios de comunicación de Croacia, por lo que animó a los croatas a ayudar todavía más» con aportaciones económicas, de productos alimentarios y de higiene, menaje doméstico y materiales de construcción. «Resultó que el terremoto que golpeó a esta región, ya pobre, causó una reacción sin precedentes en toda la sociedad» y ha generado un sentimiento de mayor unidad en la zona.
Otro de los destinos que el Santo Padre ha elegido para lo recaudado en el Óbolo de San Pedro es el Fondo Internacional de Naciones Unidas para el Desarrollo Agrario (FIDA), al que en diciembre del año pasado envió 20.000 euros. Este donativo contribuirá a financiar sus proyectos para el período comprendido entre 2022 y 2024 en las comunidades rurales más pobres del mundo. «En un tiempo en el que el hambre y la pobreza crecen a causa de los conflictos, el cambio climático y la pandemia, es muy significativo que el Papa estuviera entre los primeros en comprometerse a financiar el FIDA» para el nuevo trienio, afirma a Alfa y Omega Hélène Papper, su directora de Comunicación.
Su aportación, unida a muchas otras, «ayudará a más de 140 millones de agricultores a pequeña escala y a otros trabajadores a incrementar su producción de alimentos y sus ingresos», por ejemplo mediante un «mejor acceso a los mercados». También contribuirá a «crear puestos de trabajo y mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición de los más vulnerables», incluidos mujeres, jóvenes, pueblos indígenas y personas con discapacidad.