Mi casa es la tuya. De andar por casa - Alfa y Omega

Mi casa es la tuya. De andar por casa

Isidro Catela
Bertín Osborne entrevista a Isabel Díaz Ayuso en el programa ‘Mi casa es la tuya’. Foto: Telecinco

Ha vuelto Bertín por la puerta grande: la Puerta del Sol. Tras meses de ausencia y rumores acerca de la desaparición del programa, Mi casa es la tuya disparó los audímetros en Telecinco el pasado 10 de junio, con Isabel Díaz Ayuso (y Miguel Ángel Rodríguez, que fue el que en realidad puso la casa). Un 15,1 % de cuota de pantalla y más de 1,7 millones de espectadores para subirse al carro de una apuesta ganadora, con una protagonista que ha labrado buena parte de su éxito en la misma esencia del programa de Bertín Osborne: mostrarse tal cual es, sin artificios, en la conversación cotidiana de una sobremesa, mientras merodea por allí el perro y les roba las mascarillas. Todo, en efecto, muy de andar por casa, pero con una producción exquisita, que toca las fibras sensibles indispensables y las envuelve en cuidadas fotografías y en una espectacular banda sonora.

Sin periodicidad fija (lo que no acaba de favorecer al formato), ya ha lanzado la promo de la siguiente invitada: Paz Padilla, para que, nunca mejor dicho, todo quede en la casa de Mediaset. Padilla ha publicado recientemente El humor de mi vida, un libro en el que relata su experiencia de duelo, tras el fallecimiento de su marido, y no es nueva en estas lides, porque ya compartió esta peculiar casa televisiva con Bertín hace cuatro años y participó, además, en la última entrevista que el presentador le hizo a Chiquito de la Calzada.

Acomodados en una suerte de frentismo televisivo, hay quien ha abjurado de Bertín o de Évole, por poner dos ejemplos, dependiendo de la trinchera en la que se hallen. Ellos se lo pierden. Aunque solo sea de vez en cuando, hay que abrir la casa, salir del umbral y del felpudo propios, y sentarse a compartir mesa y mantel en casa ajena. Para ver lo que se cuece en otros lares y para descubrir que, entre los pucheros, es posible compartir el gusto por la vida con el que, no necesariamente, piensa como tú.