«Profundo dolor» de la Iglesia en Canadá por los niños indígenas muertos en un internado
El pueblo tk’emlúps te secwépemc ha hallado restos de 215 pequeños en un centro que la Iglesia gestionó entre 1890 y 1969. Se considera parte del «genocidio cultural» contra los primeros pueblos
Los obispos de Canadá pidieron el lunes que «salga a la luz la verdad» sobre la muerte de 215 niños indígenas, cuyos restos han sido descubiertos en un antiguo internado en Kamloops, en la Columbia Británica. El 28 de mayo, Rosanne Casimir, jefa de los tk’emlúps te secwépemc, informó en una rueda de prensa que los restos habían sido localizados en el terreno del centro con un radar de penetración del terreno.
El internado, un complejo que en su momento fue la mayor instalación del sistema de residencias escolares impuesto por Canadá a la población indígena, fue gestionado por la Iglesia desde su creación en 1890 hasta 1969. Luego, y hasta su cierre en 1978, lo administró el Gobierno. Llegó a albergar a hasta 500 niños.
La declaración de la Conferencia Episcopal Canadiense no habla explícitamente de disculpas, como pedían las autoridades indígenas. Pero expresa «nuestro más profundo dolor por la desgarradora pérdida» de esos niños. Los obispos, afirma en un comunicado su presidente, Richard Gagnon, «vemos cada vez con más claridad el dolor y sufrimiento del pasado». Por ello, se comprometen a «continuar caminando al lado de los pueblos indígenas» hacia la sanación y reconciliación.
Uno de cada 50 murieron
Las autoridades canadienses nunca han confirmado el número de internados que crearon para asimilar a la población indígena. Estos centros los gestionaron en su mayoría organizaciones religiosas. 16 de las 70 diócesis católicas canadienses y más de 30 comunidades religiosas participaron en el proyecto. Se calcula que por esta red de centros pasaron unos 150.000 niños, el 30 % de la población infantil indígena.
En 2015, el informe de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá, creada en 2008, concluyó que el país los utilizó como un «elemento central» del «genocidio cultural» contra la población indígena del país. «A través de un proceso de asimilación», se pretendía «que los pueblos aborígenes dejasen de existir como entidades diferenciadas». En las escuelas residenciales, según los testimonios de miles de supervivientes, se daban abusos físicos, psicológicos y sexuales. Además, cualquier manifestación de la lengua y la cultura de los chicos estaba prohibida.
La Comisión concluyó que unos 3.200 niños, uno de cada 50, murieron. La elevada mortalidad se atribuye a brotes de enfermedades contagiosas por las malas condiciones sanitarias; a accidentes y a incendios. Algunos pudieron fallecer al intentar escapar.
Primera disculpa, en 1991
Stephanie Scott, presidenta del Centro Nacional para la Verdad y la Reconciliación, ha afirmado al Corriere della Sera que unas disculpas del Papa y de la Iglesia canadiense «ayudarían a los supervivientes y a sus familias a comenzar el viaje de la reconciliación. Sin verdad no podemos tener reconciliación. Las disculpas simplemente reconocen la verdad».
Ya en 1991, cinco años antes de que se cerrar el último de estos centros, la Conferencia Episcopal Canadiense y los superiores religiosos afirmaron que «sentimos y nos arrepentimos profundamente por el dolor, el sufrimiento y la alienación que experimentaron tantos». En 1993, en una carta a la Real Comisión de Pueblos Aborígenes, reconocían que «los diversos tipos de abusos que se vivieron en algunas escuelas residenciales nos han llevado a un profundo examen de conciencia». También en 2008, algunas diócesis afectadas pidieron disculpas públicamente.