La madre de los niños con malformaciones
Pakistán honra a sister Ruth Lewis, que acogió durante 52 años a niños enfermos y abandonados
El Gobierno de Pakistán acaba de entregar su Sitara-e-Imtiaz (Estrella de la excelencia) a título póstumo a la religiosa Ruth Lewis, de las Misioneras Franciscanas de Cristo Rey. Se trata de la tercera distinción honorífica más importante que concede el Estado pakistaní, una medalla que normalmente reciben cada año varias personalidades del mundo cultural o social del país. Sin embargo, el año pasado se concedió solamente a esta religiosa, que falleció por COVID-19 en julio atendiendo a los niños enfermos de su hogar, en Karachi.
Sister Ruth llevaba más de 50 años acogiendo en Dar-ul-Sukun (Casa de la paz) a niños enfermos con deformidades físicas graves y abandonados por sus familias. Precisamente fue una de ellas, Cookie, una antigua niña abandonada que hoy trabaja en la casa, la encargada de recoger el premio de manos del presidente de su país: «Sister Ruth era la madre de todos los niños de Dar-ul-Sukun», afirmó agradecida. «Cuidó de todos nosotros como una madre cuida de sus hijos».
Nacida en 1946, Ruth Lewis comenzó a trabajar en 1969 en Dar-ul-Sukun, atendiendo a 150 niños con discapacidad intelectual, muchos de ellos abandonados por sus familias debido a sus malformaciones. Desde entonces, «siempre abrió su corazón y sus puertas a las personas con discapacidad», recuerda Ana Danil, actual directora de la casa.
216,6 millones de personas
796.095 km², menos de dos veces la de España, para casi cinco veces más población
«Sin dudarlo un momento»
En el año 2000, sister Ruth se puso al frente de Dar-ul-Sukun y afrontó como cabeza del hogar uno de sus retos más duros: el estallido de la pandemia por COVID-19 a mediados del año pasado. 21 niños resultaron contagiados, pero la religiosa «se puso a servir a los pequeños infectados sin dudarlo un solo momento», afirma Danil. «Su único propósito fue brindar calidad de vida a todos los niños, como hizo siempre», añade.
Sin embargo, se contagió a principios de julio y días después murió en el hospital, incapaz de superar la enfermedad. Al poco tiempo, el presidente de Pakistán, Arif Alvi, anunció la concesión póstuma de la Sitara-i-Imtiaz a la religiosa, «en reconocimiento de sus servicios a la sociedad y al país».
Más reconocimientos civiles
No se trata de la primera vez que sister Ruth recibe un reconocimiento de parte de la sociedad civil pakistaní, ya que en 2014 fue galardonada con el premio Orgullo de Karachi, y en 2018 recibió el premio Hakim Mohammad Saeed, por parte del Gobierno provincial de Sindh.
Estas distinciones cobran una relevancia especial en un país donde el derecho a la libertad religiosa es cuestionado para minorías religiosas, como la cristiana –precisamente, el Parlamento Europeo emitió hace unos días una dura resolución contra la ley de la blasfemia pakistaní–. Por ello, el reconocimiento gubernamental es un antídoto contra la intolerancia y «un honor para toda la comunidad cristiana», afirma la directora de Dar-ul-Sukun, para quien la libertad religiosa «es una de las mayores bendiciones de nuestra comunidad».
Pakistán es una de las naciones que más ha mantenido a raya el virus. A pesar de ser el quinto país más poblado del mundo, sus tasas de contagio y mortalidad son relativamente bajas. Hasta el momento han fallecido algo más de 800.000 personas, y tan solo hace unos días, el país superó la barrera de 200 fallecidos diarios desde que comenzó la pandemia.
El secreto está en que, durante este último año, Pakistán ha aprovechado toda la estructura desarrollada en las últimas décadas para combatir la polio; un modo de trabajar que incluso ha sido valorado por la OMS.
Desde que comenzó la pandemia, las mismas campañas de información masiva a la población que se utilizan para paliar esta enfermedad se han empleado para luchar contra la COVID-19, para alertar a los pakistaníes sobre las posibles vías de contagio y las medidas de prevención.
Además, enfermeros y trabajadores del ámbito de la salud acostumbrados a salir a la calle para vacunar contra la polio ahora hacen lo mismo, pero para informar e identificar posibles contagiados por coronavirus.
Todo ello se suma a la cada vez más veloz campaña de vacunación, a un ritmo que pronto alcanzará las 200.000 dosis diarias.