El Papa pide «comprensión y hospitalidad» hacia los refugiados
Hay más de 40 millones de personas refugiadas en el mundo. Con motivo del Día del Refugiado, que se celebra el 20 de junio, el Papa ha pedido a los países de acogida que se «abran a la comprensión y a la hospitalidad». Mientras, entidades católicas como el Servicio Jesuita al Refugiado o los misioneros salesianos, trabajan en países donde los desplazados viven en situaciones dramáticas, como la República Democrática del Congo, Siria o Malí
El Papa Francisco, que, en reiteradas ocasiones, ha aludido a la dura situación que viven los migrantes forzosos, pidió a los asistentes a la audiencia de esta semana en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, que durante este año se «considere la situación de los refugiados, a menudo obligados a dejar rápidamente su casa y patria, y a perder todo bien y seguridad para escapar de violencias, persecuciones o graves discriminaciones por motivo de la religión profesada, de la pertenencia a un grupo étnico, de sus ideas políticas».
Con motivo de la celebración, el 20 de junio, de la Jornada Mundial del Refugiado, el Pontífice recordó que, «además de los peligros del viaje, estas familias corren el riesgo de la disgregación». Y más obstáculos, también en el país que las acoge, donde, según Francisco, «deben confrontarse con culturas y sociedades diversas de la propia». Y concluyó afirmando que «no podemos ser insensibles con las familias y con todos nuestros hermanos y hermanas refugiados: estamos llamados a ayudarlos, abriéndonos a la comprensión y a la hospitalidad. Que en todo el mundo no falten personas e instituciones que los asistan: ¡en su rostro está impreso el rostro de Cristo!».
Hace unas semanas, por deseo del Papa, se reunieron en Roma los organismos vaticanos que asisten a refugiados sirios. También se hizo público un documento del Consejo Pontificio «Cor Unum» y el Consejo Pontificio de la Pastoral para Migrantes e Itinerantes. La Santa Sede pide a la comunidad internacional que cumpla los compromisos firmados, en particular, la convención sobre el Estatuto del Refugiado, de 1951. Contraviniendo esa convención, las personas que se ven obligadas a abandonar su hogar se encuentran con fronteras cerradas y con crecientes restricciones al derecho al trabajo o a la libertad de movimiento dentro del país de acogida.
¿Dónde hay refugiados?
El primer pensamiento nos lleva hasta Siria, donde la situación cada día es más difícil. Hoy, son más de 500.000 los sirios que han huido al Líbano –y, según los últimos datos de UNICEF, más de la mitad son niños–. Niños como los hijos de Abu Feras, un padre sirio que tras la muerte de su hijo mayor en un fuego cruzado, decidió llevar a sus hijos y sobrinos al libanés Naameh. Otros, los que no pudieron marcharse, sobreviven en Alepo, donde pueden comer caliente gracias a la cocina de campaña del Servicio Jesuita a Refugiados, donde los voluntarios preparan hasta 17.000 comidas calientes al día.
Otro de los países marcado por el desplazamiento forzoso de sus habitantes es el sufrido Congo, donde sus más de 20 años de conflicto ininterrumpido han provocado que más de un millón de personas hayan tenido que abandonar su hogar. Por ejemplo, cada vez que los rebeldes atacan el campamento de Mokoto, en la provincia oriental de Kivu del Norte, sus 4.000 habitantes se han visto obligados a huir a la selva, pernoctando cada noche sin comida ni agua. Allí también trabaja el Servicio Jesuita al Refugiado, donde a través de un curso de costura en Masisi, las mujeres desplazadas son apoyadas para que pongan en marcha sus propias empresas. También van a clases de alfabetización y asisten a talleres sobre derechos humanos.
No se olvida Malí, donde el reciente conflicto ha causado más de 280.000 desplazamientos internos, y más de 120.000 personas han buscado refugio en los países vecinos. Ante las dificultades de los organismos internacionales para cubrir todas las necesidades que ha generado la invasión de los rebeldes en el norte del país, la caridad urge y son las propias familias del sur las que se encargan de atender a las que llegan huyendo desde sus hogares norteños, como cuentan los misioneros salesianos que trabajan en la capital, Bamako.
También en Pakistán, los misioneros salesianos tratan de reforzar la atención a los niños refugiados procedentes de Afganistán. O en Kenia, donde no deja de aumentar el número de personas que llegan al campo de Kakuma, y donde la red salesiana sostiene la educación de más de 66.000 niños y jóvenes.