Sus dos parroquias ardieron en Chile. Pero «lo primero es reconstruir a la comunidad»
El sacerdote Pedro Narbona espera que con el proceso de elaboración de una nueva Constitución la violencia se detenga. «No se puede comenzar a construir un país destruyéndolo»
«Nunca pensamos que en Chile fuera a haber una situación tan virulenta y agresiva contra la institucionalidad de la Iglesia», reconoce el sacerdote Pedro Narbona. El último acto de este tipo se produjo el 22 de abril, cuando un templo evangélico fue incendiado en La Araucanía, al sur del país. Cuando los bomberos volvían de intentar sofocar las llamas, un grupo de desconocidos disparó contra ellos. Unos días antes, también estuvo a punto de arder una capilla católica en la misma región.
Estos incendios se suman a los de 59 templos cristianos (53 de ellos católicos), ocurridos entre octubre de 2019 y octubre de 2020, tal como recoge Ayuda a la Iglesia Necesitada en su informe Libertad religiosa en el mundo 2021. El padre Narbona es casi, se podría decir, veterano en este tipo de ataques. Las dos parroquias que tiene encomendadas, La Asunción y La Veracruz, en Santiago de Chile, fueron atacadas e incendiadas por manifestantes en noviembre de 2019 en el marco del estallido social que se produjo en contra del Gobierno. Y la primera, de nuevo, el 20 de octubre del año pasado, durante otra manifestación.
«El templo de La Asunción no tiene techo. El de la Veracruz está un poco mejor, pero por dentro está todo quemado», describe para Alfa y Omega. De momento, las parroquias han trasladado su labor a otros locales, que con ayuda de algunos benfactores «hemos podido hacer un poco más dignos para celebrar los sacramentos y acoger a las personas». La reconstrucción, prevé, será «un trabajo a largo aliento» en el que contará con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Toda una vida
Ahora mismo, al sacerdote le preocupa mucho más levantar el ánimo de sus feligreses, que vivieron lo ocurrido «con mucho dolor e incomprensión». Para ellas, esos templos destruidos representan «toda su vida de fe, de familia, de crecimiento en la entrega. Es donde sus padres se casaron, donde ellos fueron bautizados e hicieron la Primera Comunión, donde se han despedido de sus seres queridos».
Su prioridad como pastor ha sido intentar afrontar con ellos la realidad «desde una mirada de fe y esperanza». Y también con «ayuda psicológica, mediante unos encuentros para trabajar la pena, la rabia, el desconcierto y la amargura; asumirlos y mirar hacia delante». Siempre desde la certeza de que «la fe es mucho más» que las paredes de un templo, y que «Jesucristo siempre está en medio de nosotros».
Por otro lado, junto a la rabia, «ha habido una corriente de oración por quienes han hecho esto, pidiendo al Padre Dios que los perdone» y los conduzca por un camino de conversión para que «algún día se les caiga la tela de los ojos». Así, espera que «cambien de actitud» y opten por un camino de «renovar y reconstruir el país no desde la violencia, sino desde el diálogo y el entendimiento, para poder crecer juntos».
Otro camino para las reivindicaciones
Narbona reconoce no saber «qué pretenden». Admite que «están defendiendo sus derechos como personas, a ser respetados, a su dignidad. Pero se olvidan de que cuando hacen esto están lesionando a otros». Sus reivindicaciones «se podrían llevar por otro camino, desde la racionalidad». Lo que ocurre, añade, es que «cuando actuamos en la masa no hay discernimiento. Nos despersonalizamos y queremos destruir todo lo que hay en nuestro camino», todo lo institucional, «porque pensamos que nada vale, que hay que hacerlo todo de nuevo».
A ello se suma un rechazo particular a lo católico, postula el sacerdote. «Hemos sido juzgados muy duramente, y bien está, por crímenes deleznables» como son los numerosos casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y de encubrimiento en las últimas décadas que la Iglesia chilena intenta depurar. «Pero no habría que olvidar todo el trabajo evangelizador, de servicio, de defensa y acompañamiento a tantas personas» llevado también a cabo por los católicos desde la evangelización del país.
Premio Libertad Religiosa 2021
Narbona espera que con la redacción de una nueva Constitución, que se pondrá en marcha tras las elecciones para la Convención Constitucional del 15 y 16 de mayo, «nos volquemos en trabajar en serio una Carta maga que se proyecte a 30 o 50 años; y que la agresividad y la destrucción paren». Porque «no se puede comenzar a construir un país destruyéndolo». Es la visión de la Iglesia, donde «está creciendo la conciencia de que tenemos que ser parte activa» en este proceso.
De momento, sin embargo, la violencia contra las iglesias en Chile suscita preocupación. Y ha llevado a Ayuda a la Iglesia Necesitada a incluir al país andino entre los 24 de su lista de países en observación. Al mismo tiempo, ha concedido a Narbona el Premio Libertad Religiosa 2021. Un reconocimiento que el sacerdote agradece como un impulso «para seguir adelante en la reconstrucción tanto espiritual como material» de la comunidad, en cuyo nombre lo ha recibido. Espera que les sirva para que «puedan crecer en la fe, la esperanza y la caridad, sabiendo que no estamos solos. Y que no es solo la Iglesia en Santiago o en Chile» la que les acompaña, sino también «desde otras partes del mundo».