El canto de las lágrimas
El arzobispo de Oviedo ha escrito sobre Marco, el niño recientemente rescatado de la basura en Madrid:
Una extraña escalada de razones y coincidencias hace que una joven mujer se deshaga de su hijo recién nacido. Sin embargo, esta mujer tuvo a su hijo. No lo destrozó en su vientre, no succionaron sus trozos con una aspiradora, no lo ahogaron hasta envenenarlo en una solución de sal amarga.
Tamaña gesta ya la colocaba en el palmarés de las madres que, en medio de tremendas dificultades, dan a luz al hijo que llevaban dentro. Pero luego vino lo que nos parece difícil de creer: tirarlo a la basura ¡vivo!
Unas lágrimas de bebé fueron suficientes para que en ellas Dios llorase de nuevo como sólo Dios sabe hacerlo. Y aquel llanto conmovió a gente buena que como en una conspiración bondadosa, se fueron apiñando para salvar a quien sollozando pucheros nos empezó a contar su vida. La Policía Local, la Guardia Civil, las enfermeras y médicos del hospital, la prensa sensible que dio la noticia, los viandantes que avisaron. ¡Qué grande es la humanidad…, cuando no se deshumaniza! ¡Qué precioso testimonio han dado todos ellos de lo importante de la vida!
Pienso si ese llanto se pudiera escuchar en el seno de las madres en trance de abortar, en la conciencia de los padres cómplices e irresponsables que las dejan en soledad. Si ese llanto se pudiera escuchar en algunos parlamentos que con demagogia culpable legislan contra la vida sin que en sus papeleras las lágrimas de los no nacidos, como hizo Marco, puedan sencillamente llorar.