Los colores del paraíso
El Palacio Real de Madrid acoge la exposición Rafael en Palacio. Tapices para Felipe II, que exhibe por primera vez en más de cien años, y con ocasión del quinto centenario del fallecimiento del pintor, la serie de la Historia de los Apóstoles
Comisariada por Concha Herrero, una de las mayores expertas de Europa en tapices y autora de los cuatro volúmenes de la colosal historia de la fábrica de Madrid, esta exposición deslumbrante celebra los 500 años del fallecimiento de Rafael Sanzio exhibiendo el ciclo llamado La Historia de los Apóstoles, que Patrimonio Nacional atesora. La muestra estará abierta hasta abril de 2021.
La majestuosa galería del Palacio Real de Madrid acoge los nueve paños tejidos en Amberes a partir de los cartones del insigne pintor renacentista y que el rey Felipe II adquirió para su colección «en el Pand o Lonja de los Tapiceros de Amberes, probablemente entre 1549 y 1555, fechas de los viajes del príncipe Felipe a los Países Bajos», según nos informan los eruditos textos que jalonan el recorrido. Uno debe, pues, imaginarse a los agentes del rey de España buscando estas joyas que estaban a la altura de la pintura y la escultura cuando se trataba de mostrar el poder y la pujanza de un reino. Gracias a la comisaria aprendo que la familia Fugger, los famosos banqueros Fúcares de Augsburgo, llegaron a participar en estas operaciones de compraventa de tapices que costaban fortunas.
La Historia de los Apóstoles se divide en dos ciclos, protagonizados respectivamente por san Pedro y san Pablo. El petrino comprende cuatro tapices que muestran La pesca milagrosa, La misión de san Pedro, La curación del paralítico y La muerte de Ananías. El paulino, a su vez, comienza con La lapidación de san Esteban para pasar a La conversión de Saulo, La ceguera de Elymas, San Pablo y Bernabé en Lystra y La predicación de san Pablo en el areópago de Atenas.
Cada tapiz da para una catequesis iluminada por las imágenes de Rafael. Las anatomías de los pescadores celebran al ser humano creado por Dios. Esta claridad en el trazo, esta luminosidad de las escenas, esta arquitectura que evoca a Bramante, nos recuerda que el Renacimiento de los siglos XV y XVI no rompió con la civilización del Occidente medieval, sino que fue una evolución que pudimos apreciar en la exposición que el Prado dedicó a Fra Angélico el año pasado. Los rojos, los azules, los anaranjados relucen a medida que la luz natural de la galería se refleja en las telas. Estos tapices están como vivos y cambian según la iluminación que reciben. Uno pudiera pensar, por cierto, que su uso era reservado, pero no es así: se lucían en las ceremonias palaciegas, las recepciones de embajadores, las grandes solemnidades religiosas. El pueblo podía verlos. Estos paños, que amortiguan el sonido y relajan la vista, sanan el cuerpo y el alma.
Salimos de la exposición reconfortados por la delicadeza de estos tapices. Sanados por la palabra evangélica que sus imágenes evocan. Agradecidos a Patrimonio Nacional por esta muestra tan necesaria en un tiempo tan atribulado. Confiados, como le sucedió a Benedicto XVI cuando asistía a un concierto en Múnich que concluyó con una cantata de Bach: «Escuchando esto se comprende: es verdadera la fe tan fuerte y la belleza que expresa irresistiblemente la presencia de la verdad de Dios».
Disfruten de unos tapices en los que pueden entreverse los colores del paraíso.