150 veces a Guadalupe
La COVID-19 no ha impedido la visita número 150 de la familia Icaza a la basílica, que el día 12, fiesta de la Virgen, estará cerrada. La recomendación de los obispos mexicanos es honrarla de forma virtual
El primer Icaza que se estableció en México lo hizo en 1779. Se trataba del panameño Isidro Antonio de Icaza y Caparroso, que llegó al país pocos años después de que la Virgen de Guadalupe fuera declarada patrona nacional. El título se le concedió a la Morenita de Tepeyac después de que se le atribuyera el fin de la epidemia de matlazáhuatl, una especie de fiebre tifoidea que causó la muerte de 40.000 novohispanos. Entonces, el país hervía de fervor guadalupano e Isidro se contagió de él hasta tal punto que, cuando nació su primer hijo en 1783, decidió hacerse cargo del coste de toda la cera que se consumía frente a la imagen de la Virgen. Además, consagró su familia a la protección de María. Pocos años después, incluso firmó un contrato con el Cabildo de la entonces colegiata de Guadalupe para que ardieran a perpetuidad los mismos seis cirios –en representación de sus seis hijos– que hoy se encuentran situados en los escalones del presbiterio, frente a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Fueron los hijos y nietos de Isidro quienes comenzaron la tradición familiar de peregrinar ante la Virgen para renovar la consagración de los Icaza. En 1870 la familia incluso formalizó el compromiso de celebrar una Función Anual en la basílica, que se ha mantenido a lo largo de la historia –incluso en periodos como la guerra cristera o la revolución mexicana– y que este año ha cumplido 150 años a pesar de la COVID-19.
En esta ocasión, la tradición familiar se celebró el 7 de noviembre, aunque «se limitó a un solo miembro de cada rama por culpa del coronavirus», explica Arturo Icaza Chávez a Alfa y Omega. De los 4.000 miembros con los que cuenta la familia, tan solo «pudimos ir 60, y todos con mascarilla». Una celebración que se alineó anticipadamente con las recomendaciones del episcopado mexicano, que recientemente pidió en un comunicado «adelantar o diferir» las visitas a la basílica con motivo de la fiesta de la Virgen de Guadalupe ante la incidencia de la COVID-19 en el país y, en ese caso, atender «las medidas de prevención». Además, decretó el cierre del templo entre el 10 y el 13 de diciembre ante la previsible avalancha de fieles para «evitar que la basílica fuera un lugar donde la gente se contagiara masivamente», asegura el rector del templo a este semanario. Cada año, cerca de 23 millones de personas visitan a la Morenita de Tepeyac y de todos ellos, alrededor de diez lo hacen el 12 de diciembre, día de esta fiesta mariana.
Con semejantes antecedentes, Maripé Icaza –descendiente, como Arturo, de Isidro Antonio de Icaza– no puede menos que lamentarse ante el cierre de la basílica de Guadalupe. «Es traumático. Los mexicanos tenemos mucha devoción a la Virgen de Guadalupe, incluso muchos no católicos», asegura. «Va a ser la primera ocasión en la que esté cerrada la basílica en su día».
La novedad será, entonces, que la Virgen visitará de forma virtual «todos los hogares del pueblo mexicano y latinoamericano», aseguran los obispos, que animan a los fieles a «unirse» a las Misas, «transmitidas por múltiples canales de comunicación». Maripé, que en realidad se llama María de Guadalupe, será uno de los fieles que peregrinará digitalmente. Lo hará acompañada «de mi imagen de la Guadalupana, mi crucifijo y a través de mi tableta». Se trata de una especie de altar –similar al propuesto por la Conferencia Episcopal de México para «dedicarle nuestros ruegos, oraciones, cirios y Misas virtuales»– ante el que Maripé Icaza rezará «por el fin de la pandemia, por el fin de la violencia en mi país y también por mi familia, para que nos acerquemos más a nuestra Madre».
¿Qué mensaje tiene ante la pandemia?
Lo mismo que le digo la Virgen a Juan Diego ante la enfermedad de su tío: «Ten presente, hijo mío, que es poco lo que te aflije. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No soy yo vida y salud?» . Queremos dejarnos visitar por Nuestra Señora de Guadalupe, como lo hizo con el tío de Juan Diego, que estaba a punto de morir y la Virgen lo sanó.
Este año el evento guadalupano no es solamente venir, sino también dejar a la Virgen que vaya a las casas, nos conceda la armonía y todo lo que necesitamos a propósito de esta pandemia.
Festividad más local
La última petición de los obispos mexicanos es la de «celebrar prudentemente esta fiesta». En este sentido, redirigen a los fieles a «las basílicas, santuarios, parroquias dedicadas a nuestra Señora» para «así evitar todo tipo de aglomeraciones masivas, riesgos y contagios».
Uno de los templos que ha recogido el guante es el santuario de la Virgen de Guadalupe de Saltillo. Si bien es cierto que las celebraciones litúrgicas también las retrasmitirán a través de las redes sociales, «en el atrio vamos a levantar un altar donde colocaremos la imagen de la Virgen». Los fieles que lleven mascarillas «podrán desfilar ante ella. Además, se controlará la temperatura en la entrada y se proporcionará gel hidroalcohólico», explica a este semanario Benigno Martínez, cuya congregación –Misioneros del Espíritu Santo– nació precisamente en la capilla de Las Rosas, situada en el lugar exacto en el que la Virgen esperó a Juan Diego mientras recogía las flores en la cima del Tepeyac. Capilla, por cierto, construida bajo el impulso de otra Icaza, Catalina Álvarez de Icaza, en 1895.