Funeral de Garayoa: «Necesitamos personas como él, grandes de corazón»
Emotivo funeral en memoria del misionero español José Luis Garayoa. «Trabajar con los más necesitados era lo que le hacía feliz», ha dicho su hermana
«José Luis nos cautivó a todos, en todas las fotos salía sonriendo. Yo no lo entendía. ¿Cómo se puede sonreír en medio de la muerte y la miseria?», ha afirmado este viernes Juan Luis González Ríos, responsable de pastoral educativa de los agustinos recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, durante el funeral por el misionero español y colaborador de Alfa y Omega José Luis Garayoa.
González, amigo personal de Garayoa, a quien llegó a acompañar en la misión en Sierra Leona, ha explicado que comprendió la razón de su sonrisa «cuando comprobé que aquella gente les amaba. Él había tomado prestada la sonrisa a los niños que sonreían siempre, a los adultos a los que ayudaba haciéndoles la vida más humana y solidaria. “No celebro muchos bautismos, pero sí doy mucha comida, ¿qué es lo mejor?”, me preguntaba. Yo no lo sé, yo solo sé que el Padre le ha dado un gran abrazo en el Cielo».
En la celebración que ha tenido lugar en Viana (Navarra), de donde es la familia de Garayoa, el padre González ha defendido que «la fe sin obras está muerta», y solo «el que es capaz de querer y amar es el que sigue al Dios en quien creemos y confiamos. Porque al final de la jornada, aquel que se salva sabe; y el que no, no sabe nada».
El responsable de pastoral educativa de los agustinos recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino ha contado cómo José Luis Garayoa «en el momento en que venían los problemas les daba la vuelta y los volvía hacia lo positivo y hacia lo grande. Por eso necesitamos personas como él, pequeños de estatura pero grandes de corazón, capaces de entregarse a los demás sin reservas».
Garayoa poseía «un corazón muy humano que supo reflejar a Dios entre sus semejantes», continuó González, por eso «tu testimonio queda en el corazón de los que te queremos. Ojalá desde el Cielo nos abras el camino que nosotros aquí en la tierra a veces no sabemos compartir», concluyó.
En los momentos finales de la celebración, ha tomado la palabra la hermana del difunto, Isabel Garayoa, quien conteniendo las lágrimas ha dicho que «una de las formas que tenía de difundir su labor era contarla por todos los canales posibles, y eso lo hacía como nadie». Su hermano «se hacía querer de forma inimitable. Su forma entusiasta de afrontar la vida te arrastraba con él, tenía esa habilidad. Daba igual quien fueras. Si te echaba el ojo, sabías que ibas a colaborar con él en lo que te pidiese. Y era carismático para concentrar en torno a él a creyentes y no creyentes».
«Trabajar con los más necesitados era lo que le hacía feliz –ha añadido al final de su intervención–. Tenía claro con quiénes quería estar y cuál era su misión. Ni el secuestro ni el ébola fueron capaces de echarlo atrás».