Mayor del Año de Murcia: «No nos podíamos quedar quietos ante el sufrimiento de los demás»
La delegada diocesana de Manos Unidas, Teresa Romero, ha sido galardonada con el premio Mayor del Año de la Región de Murcia
La delegada diocesana de Manos Unidas, Teresa Romero Martínez (Hellín, 1946), ha sido nombrada Mayor del Año de la Región de Murcia, un galardón que se le ha concedido por su «implicación dando visibilidad y concienciando sobre las situaciones de exclusión social en las que viven muchas personas en todo el mundo», explican desde el Gobierno autonómico.
La concesión del premio fue una sorpresa para Romero. Lo considera inmerecido. De hecho, «cuando me llamó una miembro del jurado para darme la noticia, no me lo terminaba de creer. Esto no es una cosa solo mía, sino de todos los voluntarios. Yo soy una más», asegura.
Además, «¿alguien se puede sentir ofendido de que me concedan el permio al Mayor del Año? Siempre he sido muy atlética y me dicen que no aparento la edad que tengo. Es más, me he dejado el pelo blanco para recordarme a mí misma mis 74 años», asegura Teresa con un gracejo que dice haber heredado de su padre.
De su madre, sin embargo, heredó su sensibilidad hacia los demás. Teresa Romero la recuerda haciendo constantemente ropa de bebé para el ropero parroquial en el que era la responsable de Acción Católica. «Era una persona muy discreta, pero muy entregada. Siempre trataba de solucionar los problemas de los demás y les dejaba huella. Tras su muerte, me contaron varias anécdotas de ella que se le habían quedado grabadas a sus protagonistas».
Solidaridad ante la pandemia
El jurado, que votó unánimemente a favor de la delegada, destaca de la labor de Romero la campaña de emergencia que Manos Unidas puso en marcha en Murcia a comienzos de esta pandemia para ayudar a las personas que viven en situación de extrema pobreza en los países con menos recursos.
En concreto, mucha de la ayuda se ha destinado a países como India y Filipinas. «Nuestros socios locales nos alertaron de las terribles condiciones del confinamiento en aquellos países». En India, por ejemplo, «nos decían: “pero si aquí en los barrios marginales no les dejan salir y lo que consiguen cada día es con lo que comen al día siguiente”».
La delegada también recuerda las informaciones que le llegaban desde Filipinas, donde el toque de queda era muy estricto. «Acuérdate del durísimo confinamiento que vivieron». En estas circunstancias, «no nos podíamos quedar de brazos cruzados y nos pusimos manos a la obra para acompañar». Sobre todo se trataba de conseguir alimentos, «porque no estaban muriendo de la COVID-19, sino de hambre», asegura la delegada.
Visita a Filipinas e India
Teresa conoce personalmente ambos países. «En Filipinas tengo viviendo a un hijo, que incluso se casó allí y tiene dos niñas monísimas, y hasta lo del coronavirus le iba a ver todos los años», asegura.
A India, sin embargo, acudió junto con Manos Unidas. Allí pudo conocer la labor de los salesianos, financiada en parte por la ONG católica. «Era en Hyderabad. Los chiquillos se escapaban de sus casas por la situación tan terrible que había en ellas y se iban a vivir a la estación. Los salesianos los recogían, les daban de comer —porque era frecuente que llevaran tiempo sin comer— y les daban un futuro a través de los talleres».
A Teresa Romero también se le quedó grabado en el corazón la labor de las salesianas, que trabajaban con las niñas. «También era impresionante el trabajo que hacen con las viudas jóvenes. Son chicas a las que casan tempranísimo y si se quedan viudas, las acusan a ellas de haber traídos a la familia la mala suerte. Las salesianas las recogen y les imparten talleres de costura, hacen sharis… Están contentísimas», concluye la delegada.