Maccalli le cuenta su secuestro al Papa: «Las lágrimas fueron mi pan y mi oración» - Alfa y Omega

Maccalli le cuenta su secuestro al Papa: «Las lágrimas fueron mi pan y mi oración»

El padre Maccalli, liberado después de permanecer secuestrado dos años, fue recibido por el Papa Francisco este lunes 9 de noviembre. Tras la audiencia con el Santo Padre, Vatican News entrevistó al misionero de la Sociedad de Misiones Africanas

Redacción
El Papa Francisco bendice a Maccalli y a sus acompañantes tras su liberación. Foto: CNS.

¿Cómo fue el encuentro con el Papa?
Fue un encuentro muy agradable. Me emocioné contándole al Papa lo que viví. Además, le pedí que tuviera presente en oración a la Iglesia de Níger y a las comunidades en las que yo era misionero y que llevan dos años sin la presencia de un sacerdote. El Santo Padre me escuchó con mucha atención. También le dije un gran «gracias» por haber rezado por mí y por el aplauso que pidió por mí en el ángelus que se celebró el Día Mundial de los Misioneros. Él me respondió: «Nosotros te apoyamos a ti, pero tú apoyaste a la Iglesia». Me quedé sin palabras ante esta frase. Yo solo soy un pequeño misionero y el Papa me hablaba así…

¿Qué supuso para usted y para su historia como misionero –marcada por este largo secuestro– esta caricia del Papa?
Fue el abrazo de un padre, un padre por el que rezo todos los días. Verlo ante mí fue realmente emocionante y me generó un sentimiento de gran gratitud. Nunca imaginé que un misionero de las periferias del mundo pudiera encontrarse un día ante el Papa, que apoya a la Iglesia universal. Son emociones difíciles de expresar. Repetía constantemente gracias, gracias, gracias y gracias.

¿Hay alguna palabra del Papa que recuerde especialmente?
Más que una palabra, recuerdo un gesto. Cuando nos despedimos, le di la mano y él me besó las mías. No me lo esperaba.

En la homilía que pronunció en Roma, usted dijo: «recé con lágrimas y el desierto fue una experiencia de esencialidad». ¿Cuánto han marcado su fe estas dos realidades a lo largo de su secuestro?
Las lágrimas fueron mi pan durante muchos días y han sido mi oración cuando no sabía qué decir. En una ocasión, leí en una historia rabínica que Dios cuenta el número de lágrimas de las mujeres y le dije: «Señor, quién sabe si incluso cuentas las de los hombres. Te las ofrezco en oración para regar esa tierra árida de la misión, pero también la tierra árida de los corazones que sienten odio causando guerra y violencia».

Por otro lado, en el desierto se va a lo esencial. Allí te das cuenta de que lo esencial es tener agua para beber, tener algo para comer, aunque sea el mismo alimento todos los días: cebollas, lentejas y sardinas. Lo mismo ocurre en la vida espiritual. Lo que cuenta es el shalom, el perdón y la hermandad. Como misionero me siento aún más animado a ser testigo de la paz, la hermandad y el perdón, hoy y siempre.