Algunas veces uno va al teatro y presta atención sólo a la historia, a los diálogos o la interpretación pero pocas veces uno se centra en la escenografía. Si está bien diseñada, construida y adaptada, una buena escenografía nos puede decir mucho de la obra. En Sidney la escenografía es fiel imagen de la obra en cuestión.
El escenario del Teatro del Arte se ha revestido totalmente de negro, incluso los muebles están ocultos bajo telas negras, pero como si dibujaran con tiza los contornos de éstos, aparece un mobiliario rococó perfilado con tubos blancos. Dan el pego, sí, pero es pura apariencia, porque lo que aparenta ser un sofá de principios de siglo, puede que esté hecho con un Ektorp del Ikea cubierto de negro. Y como estos muebles, son los personajes y la historia de Sidney, mucha fachada pero poca estructura.
Sidney es una comedia dramática en la que se afronta la homosexualidad a partir de una situación que podría ser hilarante. Un treintañero residente en Australia regresa a España para presentar a sus padres a la persona que le ha cambiado de vida. Después de seis fracasos amorosos parece que Sidney será con quien pase por la vicaría, o eso lo desea su muy acomodada familia, especialmente su madre. En la cena conocerán quien ha devuelto la sonrisa a sus unigénito y heredero del título nobiliario familiar, pero lo que les va a sorprender no es la posición social ni los modales de Sidney, sino su sexo.
La obra está dirigida por Fedra Marcus Broncano, que hasta la fecha había dirigido y producido teatro infantil, con muy buen resultado, todo hay que decirlo. Sidney ganó el 2º Premio del certamen nacional de textos dramáticos por la igualdad Dulce por amargo, pero creo que hay más buenas intenciones que resultados en la representación.
El texto confronta distintas reacciones a la repentina homosexualidad del hijo, desde una comprensión absoluta (la del propio hijo que parece que no le ha desestabilizado nada enamorarse de un hombre repentinamente) hasta la reacción violenta del padre, que no ve un ápice de racionalidad y sensatez en todo lo que está pasando. La madre, como todas nuestras buenas madres, es una mezcla de rechazo y afecto con la coletilla de fondo de “si tú estás feliz, yo también”. Fedra Marcus pretende no tomar partido ante el drama, pero en el momento en el que caricaturiza una clase social y el hijo sale ileso de dicha caricatura, la balanza se pone a favor de alguien.
Tampoco me convence porque los argumentos son flojos y superficiales, los de unos y otros. Se venden muy bien, pero hay que ver si se corresponden con la realidad y si verdaderamente responden con sensatez a lo que muchos hombres y mujeres viven.
En la base de esta obra uno puede encontrar coletazos de un mal entendido Banquete de Platón y de la película estadounidense Adivina quién viene a cenar esta noche. Pero no tenemos que olvidar que Sidney es la primera obra con guión y dirección de Fedra Marcus y ofrecida a un público para el que no había trabajado en sus trabajos anteriores. Apunta situaciones, ideas y un estilo bastante interesante que están en potencia esperando a salir del armario.
★☆☆☆☆
Teatro del Arte
Calle San Cosme y San Damián, 3
Atocha, Antón Martín
OBRA FINALIZADA