Comienza en Madrid la temporada de actuaciones de la Compañía El Circo de los Horrores, con su nuevo espectáculo Manicomio. Y sí, realmente es todo un espectáculo, con sus muchas luces y algunas sombras.
Manicomio es teatro, pero no sólo eso, también es circo, puesta en escena, efectos de sonido, música en directo y mucha innovación. Y es tan difícil hacer algo nuevo, que desde luego debe reconocerse el mérito de todos ellos. No encontramos con una compañía al completo, que sin hacer distinciones entre actores, artistas de circo o equipo técnico, participa del evento dándolo todo. La actuación empieza media hora antes, desde la taquilla y mientras va entrando la gente, los actores, vestidos como auténticos locos de un manicomio irreal y retro, se acercan por para hacerte entrar en el espectáculo.
Luces, sirenas, gritos y timbrazos estridentes llenan la carpa azul oscuro como la noche, evidenciando que acabas de entrar en un mundo fantástico. De ahí en adelante, todo será sorprendente, divertido y diferente. La puesta en escena es muy circense. Hay una pista circular rodeada de vallas mugrientas y ensangrentadas. Ocupando el lugar del telón, hay una gran verja de hierro; la puerta al mundo de los locos.
Si el Circo del Sol, reinventó y dio nueva vida al mayor espectáculo del mundo, Manicomio reinventa lo reinventado, incorporando el horror como concepto, ofreciendo actuaciones muy efectistas y dando mucha más importancia interpretativa a los artistas circenses, convirtiéndolos en personajes con personalidad propia dentro del libreto.
Suso Silva es el creador, director y maestro de ceremonias. Es grande y tiene un dominio de los espectadores tan demoníaco como su maquillaje. Cada una de sus actuaciones es esperada y reconocida con grandes aplausos. Utiliza al público a placer, todos le pertenecen en mayor o menor medida. Rodeado de artistas de gran talla y a su altura, es consciente de la fascinación que ejerce entre los espectadores.
Pero me pregunto si esa fascinación sería la misma si no estuviéramos en el infierno, quiero decir, si sus chistes no fueran soeces, si elimináramos el contenido sexual, si nadie nos enseñara sus posaderas o nos dijera las chorradas groseras que dicen los actores mientras se pasean entre los asientos. ¿Es esto lo que demanda el público? ¿Sólo sabemos reírnos de la vulgaridad? ¿Por qué siempre se apela a los instintos más básicos del ser humano? ¿No sabemos hacer cultura sin caer en la obscenidad? Nos encontramos ante la eterna pregunta de si el público se traga cualquier cosa porque es lo que le gusta o porque no le dan otra opción.
★★★☆☆
Escenario Puerta del Ángel
Avenida de Portugal, s/n
Puerta del Ángel
¡REPRESENTACIÓN TERMINADA!