Desde hace poco más de un año vivo en Estados Unidos, y he observado que las fiestas más populares del otoño son Halloween y Thanksgiving (Día de Acción de Gracias). De la primera, Halloween, tenía una ligera idea, pues en España ya se está generalizando su celebración; pero, sin embargo, de la segunda sólo sabía que tenía algo que ver con un pavo.
Al llegar a Estados Unidos, en otoño del 2012, y ver la cantidad de merchandising relacionado con ambas fiestas (de la primera: brujas, demonios y muertos; y de la segunda: calabazas y pavos), me propuse profundizar un poco más en el origen y significado de las celebraciones.
Mientras Halloween no es más que la celebración pagana de la víspera de la solemnidad de Todos los Santos (una especie de carnaval de los muertos), el origen y significado de Thanksgiving me pareció mucho más interesante y profundo. De hecho, este otoño de 2013 he decidido no celebrar Halloween y, en cambio, sí celebrar el Thanksgiving (que coincide con el cuarto jueves del mes de noviembre; este año, el 28 de noviembre).
El origen de la fiesta de Thanksgiving, o Acción de Gracias, se remonta a 1621, cuando unos de los primeros colonos ingleses, llamados The Pilgrims (Los Peregrinos) agradecieron a Dios su primera cosecha en el Nuevo Mundo (en concreto, en lo que sería la colonia de Plymouth, Massachusetts, al norte del país). A dicha celebración asistieron también indios nativos, ya que, precisamente durante ese primer invierno, fueron ellos los que enseñaron a los colonos ingleses a cultivar el maíz, además de proveerles de víveres.
Esta primera Acción de Gracias a Dios se ha ido repitiendo cada año hasta convertirse en fiesta nacional. Fue el Presidente Abraham Lincoln el que, en 1863, la instituyó como día festivo en todo el país.
Hoy en día, lo habitual en esta fiesta es que cada familia, tras acudir por la mañana a la iglesia (aquellas que son cristianas), se reúna en torno a una gran cena con pavo y verduras propias del otoño americano (patatas, batatas, arándanos, maíz y calabaza).
Aunque puedo asegurar que la cena del Thanksgiving está buenísima, sin duda lo que realmente me ha llamado la atención ha sido el significado de la fiesta: agradecer a Dios la cosecha del año.
En la Iglesia universal existe algo muy similar, que son las llamadas Témporas de acción de gracias y petición, cuya celebración se remonta a la época romana, pero sin embargo es una fiesta que pasa muy desapercibida. Podría ser muy buena idea que en España los cristianos la pusiéramos de moda, dando lugar a nuestro propio Thanksgiving.
En un tiempo como el que vivimos, de prisas y preocupaciones, dedicar al menos un día en torno al final del año a dar gracias a Dios por todo lo recibido puede ser una costumbre no sólo positiva, sino necesaria. Necesaria, pues la falta de reflexión es la que muchas veces nos hace muy vulnerables al entorno, lo cual nos impide vivir como realmente cristianos en la sociedad tan paganizada que nos ha tocado vivir.
Inés Vélez