Ahora que hemos vuelto a este no volver, ahora que todo lo que fuimos se ha convertido en un quiero hacerlo otra vez. Ahora ya no es una fotografía del presente, sino el pasado que no podemos dejar atrás, el recuerdo de pasillos atestados, de tristezas imposibles, de muertos sin contar y, sobre todo, de ancianos olvidados.
Ahora la foto empieza a ganar en color. PhotoEspaña ha decidido exponer las fotografías de la pandemia, hechas por ciudadanos que no querían olvidar, que pusieron el dedo en el botón de una cámara convertida en llaga. Ahora las vemos y los ojos nos devuelven otra vez al ayer, ahora duele, otra vez: ahora ese hombre con sus flores vivirá para siempre. ¿A quién despedía? ¿Dónde compró las flores? ¿Qué significaba para él ese campo amarillo y yermo? Las flores parecen cogidas ahora mismo; su mirada desdibujada por la máscara del antihéroe, tan elegante, tan anclado en algún sitio del tiempo inaccesible para nosotros que lo observamos con cierto rubor, como pidiendo perdón en silencio por no haber sabido hacerlo mejor.
No hemos sabido, ni antes ni ahora, ni cuando debimos tomar decisiones ni ahora que deberíamos callar. Ahora hemos vuelto a enfangar la tristeza de millones de compatriotas con la tinta canalla y el verbo despiadado. Necesitamos encerrar lo ocurrido en alguna etiqueta conocida, y al hacerlo, los muertos vuelven a morir, porque ya no son tíos, hermanos, padres e hijos, sino números encerrados en una estadística oficial y mal hecha. Hemos convertido las lágrimas en un titular a cinco columnas.
Y hay quien busca en el ayer que se convirtió en estatua una justificación para la rabia del hoy. Ahora sabemos que la Historia no puede defenderse sola. Ahora podemos permitirnos cerrar los ojos, cada uno, y pensar si queremos volver a llevar la vida de antes. Ahora, «que tengo un alma que no tenía», escribió Sabina, ahora podemos ser mejores de lo que fuimos. Podemos mirar al abuelo y cogerle de la mano, ahora podemos volver a lo importante y aparcar lo urgente, recordar qué es lo que nos ancla en el tiempo: un algo que no se compra y que todos llamamos de la misma manera.
Ahora reconocemos que los muertos mueren de verdad y no como en Los vengadores, ahora sabemos que la profecía trashumanista era mentira, ahora tenemos la certeza de nuestra propia vulnerabilidad. Ahora la agenda es solo una posibilidad y el reloj una quimera. Escucho a muchos políticos que pregonan una salida justa a la crisis, para que no paguen los de siempre, dicen, como si la salvación tuviera algo que ver con sus hojas de Excel y sus salarios mínimos. Los de siempre son para ellos mercancía que intercambiar por un voto. Siguen en lo mismo, en la receta insuficiente que solo valdría para el hombre de carne.
Ahora que sabemos que la vida duele, quizá podamos buscar la esperanza en otros mares, más altos, más verdaderos, sal de la tierra, ahora, tú que apenas eres un grano de mostaza, que miras esta foto y quisieras abrazar a ese hombre con delicadeza, tú eres el mayor regalo de este tiempo nuevo que se nos ha dado.