«Estaba el Concilio de los Padres –el verdadero Concilio–, pero estaba también el Concilio virtual de los medios de comunicación», decía Benedicto XVI, al despedirse de los párrocos de Roma. También hoy tenemos «el Cónclave de los periodistas», que quizá poco tenga que ver con el real, pero es innegable que resulta de lo más entretenido para los amantes de la novela negra.
Tras las conspiraciones sobre los supuestos verdaderos y oscuros motivos de la renuncia del Papa, llegan rocambolescas historias de pactos secretos entre cardenales para elegir al próximo Papa. En medio de muchas intrigas, aparece el Decano del Colegio cardenalicio, el cardenal Angelo Sodano. Un diario digital italiano, Il Mondo di Annibale, habla de un pacto entre Sodano y el cardenal Ruini para que salga elegido el cardenal Scola, arzobispo de Milán. Refuta esta tesis Il Quotidiano, que asegura que el candidato de Sodano es, en realidad, el húngaro Peter Erdö, cuya candidatura promovió en un encuentro secreto, en casa del cardenal Ruini, al que se sumó también el cardenal Re. Pero Andrea Tornielli asegura, en La Stampa, que la maniobra es más compleja, y consiste en una candidatura a la norteamericana, con un ticket, con un número uno (Presidente-Papa) y un número dos (Vice-Secretario de Estado). Según esta versión, dado que a los italianos les parece improbable que resulte elegido un compatriota, buscan asegurarse al menos el control de la Curia. Como Papa, apoyan al brasileño Odilo Scherer, a cambio de que la Secretaría de Estado recaiga en el cardenal Mauro Piacenza, o bien en Leonardo Sandri, argentino, pero con muchos años de experiencia en Roma. El muñidor de este pacto es, de nuevo, el cardenal Sodano.
Claro que otros medios, incluido el diario La Repubblica, sospechan que todo lo anterior no son más que maniobras de distracción. Al parecer, la intención real del cardenal Decano, que tiene 85 años y no participará en el Cónclave, sería intentar resultar él mismo elegido, y para ello intentará ejercer su influencia sobre cardenales que sí estarán en la Capilla Sixtina, y que podrían ejercer una labor de obstrucción, para, llegado el momento adecuado, sacar a colación el nombre de su jefe como candidato de consenso…
Los pronósticos
Están las conspiraciones, y están los pronósticos… «El pronóstico pre Cónclave» se ha convertido en «un género literario sui géneris», escribe, en L’Osservatore Romano, Silvia Guidi. Como el de las conspiraciones, resulta un género entretenido para el lector, siempre que uno no se tome demasiado en serio las quinielas y decida apostar su propio dinero en alguna casa de apuestas de Londres.
Las previsiones de los expertos «normalmente no aciertan nunca», advierte, a La Nuova Bussola Quotidiana, el periodista y escritor Vittorio Messori: «Recuerdo que, en 1978, trabajaba en La Stampa, y estaba en la redacción cuando eligieron al Papa Luciani. Cuando lo anunciaron, hubo un gran pánico, porque los grandes vaticanistas que teníamos nos habían pedido tener preparadas biografías distintas, ya que el Papa saldría seguro de ese elenco de papables. Cuando fue elegido Luciani, nos dimos cuenta de que no teníamos ni siquiera una foto en el archivo. La misma historia se repitió, dos meses después, con Wojtyla: todos habían previsto éste o este otro, y cuando anunciaron su nombre, hubo pánico de nuevo. No sabíamos ni siquiera cómo se escribía su nombre».
Pero no hay que remontarse tan atrás. Al recordar el Cónclave de 2005, «se ha convertido en una especie de lugar común que la elección del cardenal Ratzinger era obvia», dice, en un editorial, el blog de información religiosa Rorate caeli. Pero al ver las listas de papables que se publicaron entonces, hay muchas sorpresas. John Allen Jr, vaticanista de National Catholic Reporter, gran maestro en la confección de listas de papables, dio entonces una larga lista de 20 nombres, encabezada por el cardenal Ennio Antonelli. Ninguno de esos nombres era el del futuro Papa. Sandro Magister, de L’Espresso, sí se curó en salud e incluyó el nombre del Prefecto para la Doctrina de la Fe, aunque con la advertencia: «La indicación de Ratzinger como siguiente Papa es quizá más simbólica que real».
El Cónclave de los cardenales
¿Cómo es entonces el Cónclave real, el de los cardenales? El cardenal Wuerl, arzobispo de Washington, lo describe como «un retiro muy, muy fuerte, en el que el director es el Espíritu Santo».
Desde una perspectiva más mundana, el mencionado John Allen Jr. cuenta que el cardenal König, de Viena, le contó entre risas: «Si pudieras ver lo que ocurre dentro, te morirías de aburrimiento». Allen describe una conversación entre tres cardenales, tras tras la votación final de 2005. Uno contaba que llenó el tiempo con el Rosario: le dio tiempo a rezar tres. Otro confesó que había hecho lo mismo, aunque sólo pudo rezar dos Rosarios. Y el tercero añadió: «Bueno, yo recé sólo uno, pero con mucho fervor».
¿Y cómo se preparan los cardenales, en los días previos a la elección? «Con mucha oración, estudio, discernimiento y disponibilidad para escuchar lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia, y hacer la voluntad de Dios», decía, a ABC, el cardenal Antonio Cañizares.
También es necesario documentarse bien. El cardenal DiNardo, de Estados Unidos, reconoció, en una rueda de prensa, incluso que busca artículos y Cartas pastorales de otros cardenales en Internet. Y está el contacto personal. El cardenal Francis George, de Chicago, ha contado que confecciona listas con varios nombres, y, para ir reduciendo opciones, se informa sobre esas personas, preguntando a quienes mejor las conocen. También esto es parte de un proceso, en el que «se busca a un hombre que nos recuerde a Jesús», en palabras del cardenal Timothy Dolan, de Nueva York. Experiencia pastoral, conocimiento de la Curia y dominio de idiomas, por supuesto, son bienvenidos.
¿Y el Espíritu Santo? Su trabajo es «abrir corazones y abrir la inteligencia, hasta que poco a poco se llegue a esos dos tercios» requeridos, dice a la cadena de televisión EWTN el arzobispo emérito de Santiago de Chile, cardenal Errázuriz, ya mayor de 80 años.
Sobre cómo actúa el Espíritu Santo, le preguntó, en 1997, la televisión de Baviera, al entonces cardenal Joseph Ratzinger: «El Espíritu Santo no toma exactamente control de los hechos, sino que, más bien, actúa como un buen maestro, y nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos nunca completamente. De modo que el rol del Espíritu Santo debería ser entendido de un modo mucho más elástico. No indica directamente el candidato al que uno debe votar», pero tampoco se desentiende del proceso, y «ésa es la garantía que ofrece» de que «las cosas se harán según Su voluntad».