El cardenal Koch se adelanta en Fátima a la consagración del mundo que hará Francisco el 13 de octubre
El próximo 13 de octubre, el Papa Francisco consagrará el mundo al Inmaculado Corazón de María, ante la imagen de Nuestra Señora de Fátima, que será llevada a Roma. Francisco seguirá la estela de Pío XII y Juan Pablo II, que dieron cumplimiento a esa petición de la Virgen formulada en las apariciones de Fátima. El pasado domingo, peregrinó a este santuario mariano el Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. El cardenal Kurt Koch, junto a un grupo de peregrinos de su país, consagró Suiza a la Virgen de Fátima, y explicó la visión del infierno de los niños videntes
¿Por qué permitió la Virgen que unos inocentes niños, durante un momento, fueran sometidos a la terrible visión del infierno». El motivo -explicó el cardenal Koch el pasado domingo en Fátima- no era asustarles; «con ello, se les estaba mostrando el camino de la salvación».
Sucedió el 13 de julio de 1917. En sus Memorias, sor Lucía relata: «Asustados, y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora que nos dijo, entre bondadosa y triste: Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar [la I Guerra Mundial]. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la Comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará .El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre la doctrina de la fe».
«Todo sucedió exactamente como habían anunciado»
La primera consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María fue la de Pío XII, en 1942. La consagración se repitió en varias ocasiones, hasta que, el 25 de mayo de 1984, se sumaron a ella los obispos de todo el mundo. Fue un acontecimiento memorable, presidido por un Papa que vio siempre la mano de la Virgen de Fátima en el fallido atentado contra su persona, el 13 de mayo de 1981. En Cruzando el umbral de la Esperanza, escribía Juan Pablo II: «¿Y qué decir de los tres niños portugueses que, de improviso, y en la víspera de la explosión de la Revolución de Octubre oyeran: Rusia se convertirá y Por fin, mi Corazón Inmaculado triunfará…? No conocían la Historia ni la geografía, y aún menos se orientaban en materia de movimientos sociales y de desarrollo de ideologías. Y, a pesar de todo, todo sucedió exactamente como habían anunciado. Tal vez, también por eso, el Papa tenía que ser de un país lejano, tal vez, por eso, era necesario que tuviera lugar el atentado en la Plaza de San Pedro, precisamente el 13 de mayo de 1981, aniversario de la primera aparición en Fátima, con el fin de que todo se volviese más comprensible, con el fin de que la voz de Dios, que habla en la Historia del hombre mediante las señales de los tiempos, pudiese ser más fácilmente escuchada y comprendida».
Iglesia martirial
El cardenal Koch subrayó en Fátima que la Virgen mostraba en las apariciones un camino para la salvación de los hombres, pero no libraba a la Iglesia de las tremendas aflicciones y persecuciones que padecería a lo largo de todo el siglo. De hecho, en las visiones se anticipa «de una manera muy realista un tiempo de persecución y destrucción».
Así es como estas revelaciones entroncan con el tercer secreto, dado a conocer por deseo de Juan Pablo II en el año 2000. En esa visión, se hacía un fuerte llamamiento a la penitencia, ante la terrible escena de los «dos Ángeles, cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».
Todas esas referencias al martirio de ningún modo significan que una parte de la humanidad esté predestinada a la salvación, y otra, a la condena, explicaba el domingo el cardenal Koch. «Dios quiere que todos se salven», añadió el cardenal, y precisamente por ello, «Jesucristo se ha entregado en rescate por todos».