CEE: «La vida del paciente es un bien en sí misma» - Alfa y Omega

CEE: «La vida del paciente es un bien en sí misma»

La Conferencia Episcopal Española ha presentado Sembradores de esperanza, sobre el final de la vida. Los obispos hacen hincapié en las razones profundas del apoyo a la eutanasia y proponen como respuesta una «cultura del vínculo y del respeto»

María Martínez López
Foto: ABC.

«Frente a la eutanasia hay que hacer lo mismo que ante una persona que quiere suicidarse. Reconocer “qué sufrimiento tan grande tienes, que prefieres la muerte. ¿Qué te lleva a eso? Vamos a hacer lo posible por ayudarte”. Para eso estamos los profesionales». Encarna Pérez sabe de lo que habla. El miércoles participó como enfermera de la Fundación Vianorte-Laguna en la presentación del documento Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida, elaborado por la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española. Acompañaba a monseñor Mario Iceta, presidente de la subcomisión, y al médico Jacinto Bátiz.

El documento, aprobado en la Asamblea Plenaria de noviembre, afronta mediante 60 preguntas y respuestas el debate actual en torno al suicidio asistido y la eutanasia. Una propuesta que «es siempre contraria a la ética: se elige un mal, es decir, suprimir la vida del paciente, que, como tal, siempre es un bien en sí misma».

La respuesta del episcopado, además de desarrollar las razones de su rechazo ético, explica de forma divulgativa cuestiones relacionadas con el final de la vida como los cuidados paliativos, la adecuación de los tratamientos y el rechazo a la obstinación terapéutica. Pero no plantea estas vías, necesarias y necesitadas de un mayor desarrollo, como único freno a la eutanasia.

El debate en torno a la muerte provocada o posibilitada por los profesionales sanitarios ante una enfermedad incurable o una vida de dependencia –subraya el texto– es, más que médico, ideológico. Se basa en «una determinada concepción del ser humano y sus implicaciones familiares y sociales y [en] un concepto de libertad concebida como voluntad absoluta desvinculada de la verdad sobre el bien». Y lo alimenta un ambiente cultural que, yendo más allá del rechazo «justo y no censurable» al dolor y el sufrimiento, los considera «los males por excelencia, que se deben eliminar a toda costa». Incluso mediante la muerte.

Desde su experiencia profesional, Pérez matiza que estas ideas «normalmente son los planteamientos teóricos de personas sanas». «Nos da pánico vernos en esa situación. Pero cuando llega el momento, tenemos una gran capacidad de adaptación. Y si el paciente tienen los síntomas controlados y se siente querido, está en paz».

Cuando lo que duele es la vida

Sembradores de esperanza dedica una especial atención al sufrimiento moral. Distinto del dolor y de otros problemas físicos, que el conocimiento médico especializado sabe eliminar, «suele tener más relación con el sentido de la vida». Está vinculado a la impotencia, a la soledad «vital» en un momento de crisis interior… Y también –añade Pérez– a sentirse una carga. «Tenemos que investigar todo eso. Si no buscamos las causas del sufrimiento de cada persona, difícilmente vamos a encontrar soluciones».

Porque de eso se trata: de eliminar el dolor y otros síntomas, pero también de aliviar y consolar. Por eso el nuevo documento de los obispos incluye, frente al individualismo imperante que ha alimentado un clima proeutanásico, una serie de propuestas para «contrarrestar esta tendencia con una auténtica solidaridad con el que sufre, mediante la cultura del encuentro y del vínculo, en actitud de servicio, de verdadera compasión y de promoción humana». En definitiva, «una cultura del respeto a la dignidad humana».

Algunas claves
  • La dignidad de la persona se fundamenta «en el hecho elemental de ser humana, con independencia de cualquier otra circunstancia». Y «no se pierde por sufrir».
  • «La vida humana no solo es un bien personal, sino también un bien social, un bien para los demás». Atentar contra ella «afecta a la justicia debida a los demás».
  • «El médico solo debe aplicar tratamientos que tengan posibilidades reales de mejorar la situación del paciente (no solo de curarlo)».
  • Cuando la muerte está cerca se pueden cesar actuaciones médicas pero nunca abandonar «los cuidados generales básicos»; incluidos la nutrición e hidratación, incluso artificiales, siempre que «no resulten demasiado gravosas o de ningún beneficio».
  • «La cercanía de la muerte no es razón suficiente para aplicar una sedación paliativa». Solo debe aplicarse ante síntomas que no remiten, previo consentimiento y permitiendo que el enfermo resuelva antes sus asuntos.
  • «Es muy importante asegurar el soporte adecuado para que la familia pueda hacer frente al desafío que supone la enfermedad» de un miembro. Sobre todo en el caso de las «especialmente vulnerables».
  • «La medicina paliativa no está suficientemente contemplada en la organización sanitaria española». Los poderes públicos deben reconocer estas necesidades e impulsarlas.