Lo primero que sorprende en la obra teatral de Pedro Muñoz Seca –cuya causa de martirio acaba de llegar a Roma, junto con la de otros 43 mártires de la persecución religiosa de los años 30– es su extensión. Entre 1900 y 1936 escribió cerca de 300 obras de teatro. Y si a eso se añaden sus sainetes, entremeses y juguetes cómicos, géneros muy queridos por él, se comprende que la edición de sus obras completas de la editorial Fax, publicadas en 1947, se componga de siete tomos, con un total de 8.000 páginas. Estamos ante una fecundidad asombrosa que nos habla de la capacidad imaginativa del autor. Cuando alguien le dijo que con tal inspiración era fácil escribir tantas obras, respondió él que cada minuto de inspiración le requería cinco horas de trabajo. Porque eso es lo que fue Muñoz Seca: un trabajador infatigable, un destajista de la creación teatral.
Muñoz Seca era un incansable inventor de personajes y situaciones inverosímiles, retorciendo el lenguaje, produciendo retruécanos, equívocos y apellidos con sentido doble, todo ello con la simple finalidad de provocar la carcajada. Como dijo el político y periodista Delgado Barreto, «si no existiese Muñoz Seca, habría que inventarlo, porque su teatro elimina la pesadumbre y los sinsabores de la jornada, y cuando veo una obra suya, me siento más animoso para encarar la pelea que hay que encarar a diario».
Con tal maestría dominó el arte de hacer reír que está considerado el creador de todo un género humorístico, el astracán, que consiste en la búsqueda directa de la gracia, con el empleo de situaciones absurdas y disparatadas, de juegos de palabras y del recurso frecuente a un tipo humano, el fresco, un personaje que vive de los demás y que enlaza con el pícaro de la mejor narrativa española.
Pero si Pedro Muñoz Seca ha logrado ganar la inmortalidad teatral ha sido por haber alumbrado La venganza de don Mendo. A diferencia de las demás obras, en esta empleó dos años, hasta culminar una obra maestra del humor, la métrica, el verso y la carpintería teatral. Y lo prueba el hecho de que esté considerada como una de las cuatro obras más escenificadas de la historia del teatro español y la más representada del siglo XX. No solo lo ha sido en teatro, sino que ha saltado al cine y la televisión.
Mucho sufrió el autor del Puerto de Santa María con los críticos de la época, que le achacaban superficialidad. Pero como dijo Valle Inclán, «quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor; desnúdenle de caricatura; arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia, y seguirán ante un monumental autor de teatro».
Borja Cardelús y Muñoz-Seca