La Iglesia en Río
Hay una célebre carta de Américo Vespucio al banquero Lorenzo de Médicis, en 1502, en la que detalla su sorpresa cuando se topó de bruces con el Pan de Azúcar, de Río de Janeiro. La carta fue la primera guía turística que puso a Europa en ruta hacia un rincón del planeta que parecía el mismísimo paraíso. Desde entonces hasta hoy, no han dejado de acercarse curiosos para ver esta mixtura de naturaleza y civilización.
Escribo desde una favela de Río, en pleno rodaje de la película del DOMUND que Obras Misionales Pontificias pondrá en circulación en octubre de este año. Me alojo en la Comunidad Nuestra Señora de los Mártires, un santuario dedicado a una familia a la que un grupo de narcotraficantes asesinó en 1988. Murieron el padre, la madre, que estaba embarazada, y las otras tres hijas, de cinco, siete y nueve años. El lugar se ha convertido en un centro de oración y Ejercicios espirituales, al que acuden los miembros de la comunidad.
Aquí el peligro no ha cesado desde entonces, pero la Iglesia continúa su labor de procurar que la fe que prendió en este pueblo no se amedrente ante la adversidad. Los misioneros se han hecho mayores, muchos llevan más de 50 años dejándose la piel y han salido muchas vocaciones nativas al sacerdocio. A pesar de todo, el número de sacerdotes es escaso, ya que cada parroquia matriz cuenta con varias iglesias, donde sólo se puede celebrar la Eucaristía una vez al mes. Son laicos y diáconos permanentes, que trabajan a destajo. He visto estos días cómo los jóvenes de esta comunidad andan en estado de permanente disponibilidad para cualquier labor que les pida la Iglesia. Ellos conocen que la Iglesia católica no se parece nada a esos grupos o sectas pentecostales, que son pequeños negociados donde la fe parece más el cebo para captar a las almas sencillas que una nueva forma de vida.
Estos días, Río se prepara para el Mundial de fútbol; está todo a medio hacer y hay muchos colectivos anti-Copa que quieren boicotear un espectáculo que merma las partidas en Sanidad, Educación y Transporte. Las carreteras que ponen en contacto el extrarradio con la ciudad están colapsadas. El Mundial pasará, y también los Juegos Olímpicos, pero la Iglesia seguirá su misión de evangelizar a paso lento, para que el hombre no se pierda en la estricta contemporaneidad.