Los islamistas no quieren que se les escape Asia Bibi
Tehreek-e-Labbaik Pakistan, un joven partido con menos del 5 % de los votos, tiene en cambio el poder de paralizar el país y echar un pulso a su Gobierno para intentar impedir que una mujer cristiana, cuya condena a muerte por blasfemia ha sido anulada, pudiera salir del país y así escapar de una muerte casi segura
Editado el 8 de noviembre para incluir la noticia de la liberación de Asia Bibi.
«Los islamistas quieren matar a Asia Bibi a cualquier precio. Su única opción es salir de Pakistán lo antes posible». Sardar Mushtaq Gill, uno de los abogados que han ayudado a esta cristiana condenada a muerte por blasfemia, valora así para Alfa y Omega el acuerdo alcanzado el 2 de noviembre entre el Gobierno y el partido político Tehreek-e-Labbaik Pakistan. El pacto ponía fin a las movilizaciones que durante tres días paralizaron el país, al grito de «colgad a Asia», en protesta por la anulación de su condena en el Tribunal Supremo. Contemplaba, entre otros puntos, que no se permitiera a Bibi salir del país, y que el Gobierno no se opusiera a que la acusación pidiera que se revisara la sentencia.
El acuerdo supuso un jarro de agua fría para quienes celebraban la decisión del Tribunal Supremo. De no poder dejar Pakistán, la vida de Asia correría más peligro en libertad que en la cárcel, donde ha pasado los últimos nueve años. Si bien en este país nadie ha sido ejecutado por blasfemia, 75 acusados han sido asesinados por exaltados.
Promulgada durante la época colonial para evitar los enfrentamientos religiosos, la ley antiblasfemia se amplió durante la dictadura del general Zia ul Haq (1978-1988) para incluir específicamente las profanaciones del Corán y los insultos a Mahoma. Desde 1991, para estos últimos solo se contempla la pena de muerte. La laxitud al exigir pruebas y el hecho de que no importe si el acusado tenía intención de ofender a los musulmanes hace que los artículos 295 B y C del Código Penal se conviertan con frecuencia en un arma arrojadiza en vendettas personales y para oprimir a las minorías.
Según las estimaciones más recientes del Centro de Justicia Social de Pakistán, desde 1987 han sido acusadas de blasfemia 1.549 personas, de ellas un 15,4 % cristianas (el 2,2 % de la población pakistaní). El Informe de Libertad Religiosa 2016 de Ayuda a la Iglesia Necesitada destaca que, de los 8.000 condenados a muerte en el país, 1.000 lo han sido por blasfemia. Y, aunque la mitad de los acusados son musulmanes, hay una diferencia fundamental: cuando se acusa a un cristiano, toda la comunidad sufre la violenta respuesta de los radicales, que deja decenas de casas quemadas y cientos de familias huidas, cuando no algunos muertos. Ocurrió en 2009 en Gorjra (en la provincia de Punjab), y en 2014 y este mismo año en barrios cristianos de Lahore (la capital de la misma región).
Sardar Mushtaq Gill no ha defendido de acusaciones de blasfemia solo a Asia Bibi. Como director de la Asociación Evangélica para el Desarrollo Legal (LEAD, por sus siglas en inglés) llevó casos de este tipo desde 2005 hasta que en 2016 solicitó asilo en Sri Lanka. Ahora, espera ser reubicado en otro país. Las amenazas comenzaron en 2013: cartas, dos tiroteos contra su casa, un atentado contra su hermano… La gota que colmó el vaso fue cuando, el 16 de junio de 2016, «tres desconocidos se presentaron en mi casa, supuestamente para hablar de un caso de violación. Empezaron a sacar cuestiones religiosas. Cuando les pedí que no tocaran temas tan sensibles, uno se sacó una pistola del salwar [pantalón suelto típico de Asia central, N. d. R.], la apunto contra mí y dijo que si quisiera me mataría allí mismo. Se fueron cuando alguien llamó a la puerta. Una semana después, volviendo con mi familia de un funeral, dos motociclistas dispararon contra mi coche. Por suerte nos salvamos. El 8 de agosto mi familia y yo salimos del país en secreto».
Su abogado: «Saldrá del país»
Asia Bibi se ha convertido en un símbolo para todos los que se oponen a esta brutalidad. Pero también para los radicales, dispuestos a lo que fuera para no aceptar una derrota en este caso.
Pero Saif ul Malook, que ha representado a la cristiana ante el Supremo, era escéptico sobre el alcance real del acuerdo del TLP con el Gobierno. «Solo los condenados pueden estar en la lista que restringe las salidas del país, y no es el caso de Asia. Por tanto, no es posible que el Gobierno la incluya». De hecho, el lunes 5 pronosticó que pronto sería liberada y que tenía un 99 % de probabilidades de salir del país mientras el Supremo revisa su veredicto.
Sus vaticinios se cumplieron el miércoles, cuando Asia Bibi salió de la cárcel con rumbo desconocido. «Asia ya no está en prisión», confirmó el mismo Malook a Efe. El letrado indicó que Bibi «está en un avión, pero nadie sabe dónde va a aterrizar». También la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada confirmó la liberación, basándose en la información proporcionada por la Iglesia local a los responsables de su sede central en Alemania.
El optimismo de Malook el lunes contrastaba con su propia situación: el letrado, musulmán, hacía estas declaraciones desde Holanda, a donde la ONU y la UE le han aconsejado huir por el riesgo que corre. Asegura que no tiene miedo —«¿Por qué debería tenerlo? Tengo 63 años, y ya he pasado mucho»—, pero quiere vivir para seguir defendiendo a Asia.
En su opinión, el Gobierno aceptó este acuerdo por «pánico» ante las movilizaciones que se desataron nada más conocerse la decisión del Supremo, y que obligaron a cerrar los colegios cristianos y a suspender las Misas del día de los Fieles Difuntos. Ha sido una nueva muestra de poder del movimiento Tehreek-e-Labbaik Ya Rasool Allah, que nació para defender al asesino de Salman Taseer. El gobernador de la región de Punjab, musulmán, fue asesinado en 2011 por Mumtaz Qadri, uno de sus escoltas, por tomar partido a favor de Asia Bibi. Las huelgas y altercados públicos en torno a la ejecución de Qadri, en febrero de 2016, fueron la tarjeta de presentación del TLYRA. Hace un año volvieron a paralizar el país porque el Ministerio de Justicia había eliminado una referencia a Mahoma en un documento electoral.
El brazo político del TLYRA, Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP), se presentó por primera vez a las elecciones en julio de este año, con un programa basado en la islamización y propuestas populistas de distribución de la riqueza. Lograron un 4,21 % de los votos y ningún escaño, pero —advierte Mushtaq— no deben ser subestimados: «Siendo un partido solo desde hace unos meses, es alarmante ese porcentaje de votos y que hayan sido la tercera fuerza en las grandes ciudades. Tienen el poder en la calle porque se han ganado el apoyo de otros grupos y de la gente apelando a sus sentimientos religiosos, y se han impuesto a otro Gobierno débil frente a los radicales».
«Han dado un paso difícil»
Paul Bhatti, que de 2011 a 2013 sucedió en el Ministerio para las Minorías a su hermano Shahbaz, también asesinado por defender a Asia Bibi, prefiere quedarse con otro aspecto positivo de los últimos días, al margen de la liberación de Bibi: la valentía de los magistrados del Supremo. «Era un paso difícil, pero lo han dado —valora para Alfa y Omega—. Su escrito subrayaba las dudas que había en el caso, recordaba que otras veces se ha abusado de la ley antiblasfemia y citaban palabras de Mahoma sobre que los cristianos no deben ser oprimidos. Después de la sentencia, en varias tertulias televisivas vi a gente defendiéndolos a ellos y a Asia. Un número considerable de musulmanes cualificados ha valorado positivamente la decisión». Recuerda además que hay partidos, como el Partido Popular de Pakistán, con el que él fue ministro, más proclives a cambiar la ley. Sin embargo, su porcentaje de votos ha pasado del 30 % en 2008 al 13 % este año.
Queda mucho por hacer. Y Bhatti, que preside la Alianza de Minorías de Pakistán, sabe que hay que andar con pies de plomo. «Sobre la ley antiblasfemia, la Alianza dice que ni los cristianos ni los no creyentes queremos atacar a nadie, y que hay que evitar que la ley se use mal». Y deja que sean sus socios musulmanes los que hablen de abolirla, porque «es distinto cuando viene de ellos». Además, es consciente de que no basta con cambiar la legislación. La condena a Bibi se ha anulado con la ley en la mano, «y aun así muchos no lo han aceptado. El problema no es la ley, sino que la gente quiere tomarse la justicia por su mano. Hay una mentalidad del odio que nace en muchas escuelas, donde se presenta a los no musulmanes como enemigos».
Por eso pronosticaba que el nuevo primer ministro, Imran Kahn, tendría que «ir con cuidado y actuar gradualmente» si, como cree, no es partidario de la ley. En una conversación con este semanario antes del acuerdo del Gobierno de Khan con el TLP, lo describía como «honrado» y valoraba que hubiera defendido a los magistrados, cuando durante la campaña electoral apoyó la ley antiblasfemia. «Pakistán es complicado, no puedes oponerte frontalmente desde el principio a ciertas personas ni decir de primeras que crees que la ley es mala, porque no vas a ninguna parte».
• Rimsha Masih: un imán acusó a esta adolescente con discapacidad intelectual de quemar unas hojas del Corán en agosto de 2012. Paul Bhatti, entonces ministro para las Minorías, siguió el caso de cerca. Rimsha fue absuelta cuando se descubrió que su acusador había falsificado pruebas. Sin embargo —cuenta Bhatti—, «cuando salió de la cárcel había 10.000 personas manifestándose. Era muy arriesgado, así que pedí al Gobierno que la llevara en helicóptero a mi casa», desde donde se arregló el viaje de toda su familia a Canadá. «Ahora están muy bien, sus hermanos van al colegio» y Rimsha se ha beneficiado de programas educativos para inmigrantes con discapacidad.
• Qutab Rind: este artista de Jacobabad fue asesinado en julio pasado por su casero por no querer pagarle por adelantado el alquiler. El asesino se justificó alegando que Rind había cometido blasfemia.
• Sajid y Patras Masih: la Policía de Lahore detuvo a estos primos cuando Patras, de 21 años, fue acusado de blasfemar a través de Internet en enero de este año. La Policía intentó obligar a Sajid a abusar sexualmente de su primo, por lo que el joven saltó por la ventana del edificio donde estaba retenido y sufrió graves heridas.
• Mashal Khan: joven de 23 años, estudiante de la Universidad Abdul Wali Khan de Mardan. Fue linchado en abril de 2017 por sus compañeros por una acusación de blasfemia. Luego se demostró que había sido un montaje de asociaciones de estudiantes y de los responsables de la universidad por sus continuas críticas.
• Shehzad Masih y su mujer, Shama: fueron quemados vivos en un horno de ladrillos en 2014 por una horda de más de 1.000 islamistas, después de haber sido acusados de profanar el Corán.
• Martha Bibi: fue acusada de blasfemia en enero de 2007 por unos constructores que no querían pagar los ladrillos que ella y su marido les habían vendido. Sufrió palizas y otras formas de tortura. Fue puesta en libertad bajo fianza gracias a la intervención de Sardar Mushtaq Gill y pudo abandonar el país. Ahora vive en Estados Unidos.