También es cosa de chicos
La Fundación Luz Casanova pone en marcha uno de los pocos espacios en materia de prevención de violencia de género e igualdad de oportunidades para jóvenes y adolescentes, dirigidos específicamente al colectivo masculino
El Instituto Nacional de Estadística daba a conocer el lunes las cifras de violencia doméstica y de género de 2017: el número de víctimas se disparó hasta las 29.000 mujeres. Es la cifra más alta de los últimos cinco años. Otro dato, también preocupante, es el aumento tanto de víctimas como de denunciados menores de edad, un 14,8 % y un 18,7 % respectivamente. Junto a ello, los expertos alertan sobre otro tipo de situaciones menos drásticas, pero en las que se produce igualmente violencia, como controlar el horario de la pareja, vigilar el teléfono móvil… «La violencia de género en la adolescencia es tan severa como la que se presenta en la vida adulta y, con frecuencia, supone el comienzo de una relación que será dramática años más tarde, no teniendo adolescentes y jóvenes conciencia de su gravedad», afirman desde la Fundación Luz Casanova, obra social de las religiosas apostólicas del Corazón de Jesús, que se ha convertido en una referencia a nivel nacional en la atención a víctimas de esta lacra y de programas de prevención.
Xicos q hablan es uno de esos programas. Sus responsables son el educador Javier Maravall, experto en prevención de la violencia de género y estudios de la condición masculina, y Nieves Lara, psicóloga, sexóloga y experta en menores y violencia de género. Se trata de un proyecto innovador porque en la actualidad no existen espacios de trabajo en materia de prevención de violencia de género e igualdad de oportunidades dirigidos específicamente al colectivo masculino. Hasta ahora solo había medidas de contención y reinserción para los que ya han ejercido la violencia.
La Fundación Luz Casanova ofrece un espacio individual y de grupos de reflexión y diálogo abierto a jóvenes varones de 14 a 20 años que desean trabajar este ámbito, hayan o no ejercido la violencia. Allí hablan sobre cómo se relacionan con las mujeres, aprenden herramientas para resolver conflictos, conocen alternativas de comunicación no violenta o de maneras de entender la masculinidad, a la vez que asumen una conciencia ética sobre la importancia de la igualdad de género. También propone un espacio individual psicológico para esos chicos que reconocen estar ejerciendo o haber ejercido violencia en sus parejas.
La iniciativa se convertirá, casi con toda probabilidad, en un recurso permanente y abierto a los usuarios el próximo año. Mientras tanto, se están desarrollando experiencias concretas muy enriquecedoras. Por ejemplo, en los asentamientos marginales de Cañada Real, en Madrid, a donde Nieves y Javier acuden cada semana para verse con un grupo de doce chicos. Paralelamente se ha creado otro grupo, esta vez de chicas, que acompaña Nieves. La mayoría son musulmanas y viven en una situación de gran precariedad.
«El proceso es bastante lento. Estamos empezando por lo básico, por que aprendan a identificar lo que sienten, puedan conocerse más y mostrarlo a los demás sin necesidad de recurrir a la violencia», explica la psicóloga.
«Lo prioritario, al principio, es generar un vínculo afectivo, pues están acostumbrados a que pase mucha gente, ofrezcan sus talleres y se vayan. Y por eso nosotros queremos que esto se extienda cada semana durante dos años. Es un proyecto a largo plazo en el que abordaremos las cuestiones de género desde lo que a ellos les gusta, como por ejemplo, el deporte», añade Javier Maravall.
Con el deporte de por medio surgió una de las sesiones de más impacto para los chicos y a la que asistió también el grupo de chicas. Se fueron hasta Vallecas, a la sede de la Federación Madrileña de Boxeo. Maravall apunta que este deporte, bien enseñado por un profesional, «puede ser muy beneficioso para canalizar la sensación de malestar que tienen, la agresividad… y para ayudarles a cuidarse y cuidar al compañero». Y también «para hablarles de igualdad». La primera imagen que recibieron fue como una sesión entera: la persona que les habló era una mujer joven, musulmana y con velo…, además de los preceptivos guantes de boxeo. Incluso pudieron entrenar con ella. Se rompieron todos sus esquemas. «Nosotros no tuvimos que intervenir para nada. Solo la imagen que se encontraron y el testimonio de la chica fue suficiente. Salieron encantados», recuerda Lara.
Un espacio para hablar
En la rutina semanal de este programa de chicos el verbo clave es escuchar. Javier Maravall habla de mesas de reflexión, de que se acostumbren a sentarse en grupo, a hacer preguntas, a escuchar… «Por su parte, el educador viene a escuchar y si tiene que ser paciente y emplear varias sesiones, lo hace. Se trata de hablar, de escuchar y de aprender de ese ejercicio. Con esto les daremos una base de cara al futuro, para que puedan empatizar con los demás y saber qué sienten en cada momento, si están tristes, celosos o enfadados», añade.
Toma la palabra Nieves: «Se trata de que entiendan que es un espacio para hablar, porque nunca los han tenido. Donde, además, cuentan con profesionales que no son superiores, sino que simplemente tienen más información que ellos».
Es en ese diálogo donde los educadores descubren las carencias de los chicos, sobre todo, a la hora de relacionarse con el género opuesto. Ahí sale el control a la pareja, ya sea del móvil o de la ropa que se pone, o la actitud de muchos hacia ellas, a la que cosifican en busca del placer sexual propio. Para ellos son un nombre más que apuntar a una lista. «A partir de ahí –continúa Javier–, intentamos generar un sentido ético en ellos de que las mujeres son personas. Puede parecer una cosa sencilla, pero en esa edad, en la adolescencia, las cosifican. Todo es sexo aquí y ahora. Solo se acercan a ellas para eso, sin conocerlas, sin escucharlas, sin relacionarse…».
Los resultados no son inmediatos, pues, como dicen los educadores, este es un trabajo a largo plazo. «Simplemente con oírnos contar otras realidades, con que me vean a mí, una mujer profesional, psicóloga y sexóloga, eso les permite conocer otras evidencias, ver que hay otras alternativas. Se trata de eso, de que conozcan las distintas realidades y puedan elegir», añade Nieves Lara.
En opinión de Javier, «todo lo que hablamos les va a servir para relacionarse en pareja, e incluso les será de ayuda para cuando sean papás, si alguno llega a serlo. Les preguntamos qué clase de padres quieren ser, si se imaginan como padres implicados, qué significa para ellos cuidar a un niño…».
Lo que sí han podido comprobar es que, desde que comenzaron, ha bajado mucho el nivel de ansiedad y violencia entre ellos. Ya no se agreden y ya no les cuesta estar sentados y tranquilos durante más de cinco minutos.
¿Se llegan a cuestionar actitudes propias? «Algunos sí. Y también entre ellos. Ya responden por ejemplo a algún comentario machista de otro compañero…».
Pero queda mucho por hacer, y aunque Javier y Nieves salen en ocasiones con el humano sentimiento de desesperanza, están convencidos de que su trabajo ha merecido la pena. Y, por eso, se les encoge el corazón cada diciembre cuando llega la hora de renovar proyectos y la financiación escasea. Pero siguen adelante, porque el trabajo preventivo con chicos es una labor que venían pidiendo instituciones, ONG, las chicas y también los propios chicos. «Bastaría con llegar a un 20 % de los adolescentes varones. Después, el efecto va a ser multiplicador», asegura Maravall.