¿Para qué sirve el humor?

La trama de la novela es algo secundario: paseos, conversaciones y una fiesta surrealista y absurda, que arrambla con todo tipo de convención social. Toquecillos a los totalitarismos, anécdotas que fijan el terror a través del disparate.

Hacía más de dos décadas que Kundera no publicaba nada nuevo: vuelve con la distancia del relativismo (ojo, hay que poner en cuestión la moralidad de sus planteamientos), para buscar el bien, reconocido en la insignificancia del mundo. Dispara contra todo lo que se mueve: pone en solfa el deseo, el sexo, la vida, la enfermedad, la existencia de un Dios personal, el amor verdadero. Pero es honrado y coherente con su trayectoria: hay que respetar la libertad del hombre y la búsqueda de la belleza.

Kundera nos sorprende con una comedieta que toca las diferentes aristas del prisma que es cada persona, que ama y no sabe por qué siente ese impulso, que busca lo que le mueve (su motivación) y está siempre a la espera de que le pasen cosas buenas, aunque no sepa por qué ni de dónde le vienen. En contra de lo que se dice, no es un pesimista ni un nihilista: es un hombre que ha sufrido, se ha rebelado y mira, aun positivo, con tristeza.