La causa de canonización de Juan Pablo I ha dado un paso decisivo al firmar Francisco el decreto que le reconoce como venerable. Sucesor del gran Pablo VI –que pronto será canonizado– y predecesor de otro gigante, Juan Pablo II, es comprensible que a veces quede eclipsado un pontificado de tan solo 33 días. Más todavía cuando las circunstancias de la muerte de Albino Luciani desataron todo tipo de fabulaciones sobre su supuesto asesinato, conjeturas que felizmente acaba de terminar de desmontar un extenso trabajo publicado por la vicepostuladora de la causa, Stefania Falasca. Esto permite centrar la atención en el legado del llamado Papa de la sonrisa que consolidó una nueva forma de ejercicio del ministerio petrino y, por añadidura, de presencia de la Iglesia en el mundo. Ante los fieles se presentó como un «catequista de parroquia», contagiándolos de la alegría del Evangelio, y supo igualmente establecer un diálogo amable y cordial con los no creyentes y los seguidores de otras tradiciones religiosas. Pocas veces, efectivamente, dieron tanto de sí 33 días.