Y no amaron tanto su vida...
…que temieran la muerte. Porque «no estamos en manos del ébola, sino en manos de Dios», como afirma el padre José Luis Garayoa desde Sierra Leona. Como él, cientos de misioneros en los países afectados por el temido virus permanecen, inamovibles, trabajando sin descanso en hospitales y campañas de prevención. «Hoy más que nunca, debemos ser testigos de Su amor en medio de nuestro pueblo», añade
La religiosa Juliana Bonoha ha superado, sin síntomas de ébola, los 21 días de aislamiento en el madrileño hospital Carlos III. Pero «mi corazón y mi pensamiento están en Monrovia, con quienes siguen luchando contra el virus sin apenas recursos», afirmaba, visiblemente emocionada, en el único encuentro que tuvo la guineana con los medios de comunicación. Agradecida por la actuación del Gobierno y los profesionales españoles que la atendieron, la religiosa anunció, decidida, que, si sus superiores -pertenece a la Congregación de las Misioneras de la Inmaculada Concepción- lo disponen, ella volverá a Liberia a acompañar a quienes se han quedado allí. También tuvo palabras para su compañero, el sacerdote de San Juan de Dios Miguel Pajares, único español fallecido a causa del ébola, a quien definió como «un santo y un ejemplo a seguir, que amaba a todos sin distinción» y dio su vida por ayudar a los demás.
Ella quiere regresar, y otros, permanecen. El temido virus mortal no puede con la fe de los misioneros. Así lo señalaron, hace unos días, siete agustinos recoletos, tres españoles y cuatro filipinos, en una carta enviada a su superior. A pesar de que les han ofrecido salir del país, han decidido quedarse en Sierra Leona, porque es la mejor ayuda que pueden prestar a los más necesitados. También lo afirma el pamplonica José Luis Garayoa, misionero agustino que lleva 10 años en Sierra Leona, trabajando en un pequeño hospital donde atienden a los enfermos de 200 aldeas. Mientras posa sonriente con una niña en una foto reciente, asevera que «la madre murió al dar a luz a la pequeña. Me agarra de la camiseta y me abraza, y no renuncio a ese abrazo ni por todo el ébola del mundo». El misionero recalca a este semanario que lleva semanas escuchando a los medios de todo el mundo «llamarnos santos o héroes; incluso dicen que somos de una pasta especial. Pero los misioneros somos gente normal. Sólo somos personas con un compromiso de servicio donde la Iglesia nos necesita. Hacemos lo que hacemos por nuestra fe». Y pone como ejemplo a su compañero Rafael Rodríguez, agustino recoleto, que está con él en la misión trabajando como fontanero y soldador y que «tiene más miedo a un día sin trabajo que al ébola». Toda esta paz procede únicamente de una cosa: «No estamos en manos del virus, sino en manos de Dios», y recuerda que, «hoy más que nunca, debemos ser testigos de Su amor en medio de nuestro pueblo. Si, como dice el Papa Francisco, el pastor debe oler a oveja, conviviendo cerquita de ellas, con mucha más razón deberá estar presente si el lobo las ataca».
El padre Garayoa, que como él mismo reconoce, ni se acuerda «de las malarias y las tifoideas que he pasado», explica que el caos que se vive en el país no sólo lo causa el virus mortal, sino «dos palabras mágicas que marcan la vida de mi pueblo: el miedo y la ignorancia». Y es que el ébola no es la única enfermedad «invitada a la fiesta. Tenemos la casa llena de malaria, cólera, tifus, disentería…, que no desaparecen porque venga otro virus», señala el religioso en su blog –joseluisgarayoa.wordpress.com-. Pero el ébola cuenta con una peculiaridad: «No sólo mata el cuerpo, sino que es capaz de matar el corazón y hacer correr hacia delante sin mirar al hermano, al grito de Sálvese quien pueda». Si a esto «unimos la etapa mitológica en la que vivimos, donde se cree en brujos», afirma el religioso, el colapso está servido. Por eso, hace unos días, cuando una mujer llegó gritando que el ébola era sólo una invención del Gobierno para realizar sacrificios rituales, la gente intentó asaltar el hospital de Kenama, y hasta el ejército tuvo que intervenir. Para poner un poco de sentido común a esta situación, los misioneros «intentamos abrir los ojos a la gente, y les explicamos cómo protegerse. Sólo así podremos crear una barrera contra el virus».
Trabajo de prevención
También en Sierra Leona y Liberia, dos de los países más castigados por la epidemia, trabajan los misioneros salesianos, que, lejos de marcharse, permanecen con una ardua labor por delante: «Estamos trabajando en la divulgación de las medidas de prevención para ayudar a evitar más contagios», afirma el padre Jorge Crisafulli, Inspector salesiano de la región anglófona de África Occidental. «En Liberia, el virus está descontrolado, porque el Gobierno no estaba preparado para hacer frente a una catástrofe como ésta», afirma. Pero «la Iglesia quiere comprometerse. Podríamos quedarnos encerrados en casa o tratar de hacer algo. No estamos locos, hemos analizado todos los riesgos, pero más vale ponerse manos a la obra que vivir con miedo», recalca.
Los salesianos, especialistas en trabajar con jóvenes, están «orgullosos del trabajo de los muchachos, que quieren también aportar su granito de arena y ayudar a parar la epidemia». El padre Jorge pone como ejemplo a Yosafar, un joven liberiano que, junto con otro cristiano y dos musulmanes, han creado el Grupo don Bosco y Domingo Savio. Cada semana, viajan a las aldeas de los alrededores de Monrovia -se pagan ellos mismos el transporte- e informan a las familias sobre los procedimientos que deben seguir para prevenir el contagio.
«Es lindo ver a estos chicos», explica el padre, y cuenta que, en la capital, un grupo de 50 chicos del Movimiento Juvenil Salesiano también han creado un proyecto en el que reparten desinfectantes -cuyo precio se ha disparado, costando un galón (3,78 litros) alrededor de 700 dólares-, y carteles con información. «Hasta se han puesto en contacto con un médico para hacer un protocolo de seguridad», señala el salesiano.
En Sierra Leona, donde el virus ya ha llegado a la capital, Freetown, el propio Gobierno se ha puesto en contacto con los salesianos, «porque conocen nuestra experiencia con los niños de la calle, y nos han pedido que nos hagamos cargo de los niños que han quedado huérfanos a causa del ébola. Hay chicos que han perdido a toda su familia cercana, y otros familiares no se quieren hacer cargo de ellos por temor o superstición, porque piensan que el pequeño es el culpable de la muerte de la familia», explica el padre Jorge. Por eso, van a utilizar una de las escuelas como centro de atención a estos niños.
Para todo esto necesitan ayuda económica. Que, por cierto, del único lugar de dónde les ha llegado, de momento, es desde España. «Tenemos 111.000 euros que nos ha ingresado Misiones Salesianas, y que hemos repartido entre Liberia y Sierra Leona, para comprar desinfectantes, material sanitario y comida», cuenta el religioso, que se despide de Alfa y Omega con una petición muy especial: «Recen por nosotros».