Supongo que lo que hacen es el paripé de aparentar que les parece muy interesante; en ese paripé siempre ha habido entre nosotros auténticos expertos, pero ahora los hay más que nunca. Todos hemos podido ver estos días, en el llamado mercado del arte, ¡eso sí que es una feria!, varias fotos de personalidades del establishment –¿no se dice así?–, con cara de embobados complacidos ante el no va más del arte actual, representado en un vaso de agua medio vacío, o medio lleno, depende del optimismo del espectador, o ante un lienzo totalmente embadurnado de rojo, a brochazos de brocha gorda. La oportuna e inteligente ironía de Puebla, en la viñeta que ilustra este comentario, ha sabido arrimar el ascua a la actual escuálida sardina política española, en la que nos pretenden hacer tragar los resultados, publicables y publicados, de unas encuestas en las que naturalmente sólo sale al exterior lo que desean que salga quienes las pagan.
Me pregunto cuánto valdrá, en el mercadillo del arte, la ya conocidísima foto de la deslealtad, en la que se ve a ZP y Moratinos –el dúo siniestro, según Carrascal: con Bono, el trío calaveras, ¿podemos o no podemos?– con Raúl Castro, cada oveja con su pareja; o más de lo mismo, pero con el Secretario General del PSOE, pocos días después, ¡qué subidón!, por no ser menos… Cuando el ministro de Asuntos Exteriores de España lamentó públicamente la deslealtad del zascandil chisgarabís socialista que dejó a España hecha unos zorros, pareció que el zascandil como que pedía disculpas, pero ¡qué va…! Horas después, ¿podemos o no podemos?, estaba en la Bolivia populista y bolivariana haciéndose la foto con Evo Morales, quien, lógicamente, distinguía al inspector de nubes con la condecoración de El Cóndor de los Andes, ¡qué menos…!
Para arte, lo que se dice arte, el de los arrasadores picapedreros del fanatismo islámico aniquilador que se han cargado, en Mosul y Nínive, a martillazo limpio, siglos de cultura asiria, sumeria, porque «todo tiene que ser musulmán», y lo que no sea musulmán está de más sobre la faz de la tierra. Y, para arte redomado, taimado y finolis, el que denuncia Juan Manuel de Prada cuando escribe que «la iconoclasia bárbara de los islamistas no se distingue demasiado de la iconoclasia refinadita del Occidente neopagano». No sé cuándo, pero es evidente que la renuncia de la Europa actual a sus raíces y a su identidad acabará, antes o después, pasándonos, a nosotros o a nuestros descendientes, una factura abrumadora.
Escribe Ignacio Camacho que «la corrupción en Andalucía se explica porque el PSOE ha tomado las instituciones por propiedad exclusiva y hereditaria». Sí…, pero es evidente, por no hablar en abstracto y por traer las cosas a nuestra propia realidad concreta, que no pasarían las cosas que pasan en Vascongadas, en Cataluña, o en Andalucía, si no hubiese un amplio segmento poblacional, funcionarial o no, de andaluces, catalanes o vascos cómplices con su pasividad, su omisión, sus comprensiones benévolas y su silencio culpable. Otro tanto se puede decir de la actual justicia, o del actual sistema educativo.
Como era de esperar, mejor dicho, de temer, en el debate sobre el estado de la nación, hace unos días, se habló de todo menos, precisamente, de la nación. ¿Es que en Cataluña no ocurre nada? Cuatro meses después, el Tribunal Constitucional declara nulo lo del 9 de noviembre, ¡toma castaña! ¿No pudo hacerlo el día anterior? ¿Cómo es posible que no haya nadie con los redaños suficientes para responder a la intolerable arrogancia y chulería de los Pujol, los Mas y los Ferrusola? ¿Cómo es posible que siga pareciendo que siguen siendo los que mandan allí, y cómo es posible que siga habiendo quien pretende dialogar con gente a la que lo único que hay que hacer es obligarles a cumplir la ley que, por cierto, juraron cumplir y hacer cumplir? Hemos visto un debate sobre el estado de la nación en el que todos parecían estar de los nervios, hasta el mismísimo impasible don Tancredo; a menos que sea verdad lo que escribe Carmen Posadas: «La hipocresía cumple un papel fundamental en la civilización, imagínense lo que sería que la gente fuera por ahí comportándose como realmente es…» (Y, por cierto, ¿de dónde habrá sacado Carmen Posadas que Jesucristo dijo que el mundo es un teatro?)