«Si volviera a nacer, volvería a ser benedictina»
Del 17 al 21 de julio, las benedictinas del monasterio de la Santa Cruz de Sahagún, en León, organizan una convivencia vocacional para chicas. Como don que es para ellas el carisma benedictino «lo queremos, también, compartir», explica la madre Anuncia, que sintió la vocación hace 44 años
La madre Anuncia nació en un pueblo de León hace 59 años. Con solo 15, cuando sus ojos de niña se abrían de par en par para sondear la belleza del vivir, descubrió que su corazón no latía en sus manos, sino en las del Dios que la llamaba a una vocación que la haría la persona más feliz del mundo: la vida monástica. Así, sin siquiera alcanzar la mayoría de edad pero con el alma desnuda de miedos, cruzó la puerta del monasterio de la Santa Cruz de Sahagún, en León.
Hoy, custodiada por una canción que rasguea, a su paso, la melodía de san Benito, responde al teléfono con una paz armada, sin descuidar a ninguno de los pájaros que suenen de fondo en su ventana. Y, en cada palabra, sonríe con la misma ilusión que el día que ingresó en la comunidad de las Madres Benedictinas de Sahagún: «Tras 44 años aquí, si volviera a nacer, volvería a ser benedictina y en este mismo monasterio».
Una convivencia vocacional
Y, en su deseo de dar a conocer el esplendor de la vida monástica, consagrada a Dios y a los hermanos, han organizado en su monasterio una convivencia vocacional para chicas –del 17 al 21 de julio– «para presentar, desde el corazón de la Iglesia, aquello que no se ve pero que está ahí, y es importante y participa en sustentar el cuerpo». Como don que es para ellas el carisma benedictino, asegura la madre Anuncia, «lo queremos, también, compartir». Una vida de paz, felicidad, liturgia, comunidad, lectio, oración y trabajo, «que no está reñida con la diversión y el deporte, porque también lo hacemos».
«¿Y qué le dirías a esas chicas que se planteen acudir allí, llenas de incertidumbres, de ilusión o de miedos?», le pregunto, consciente de que guarda, dentro de sí, el mejor de los tesoros. «Aquí se podrán encontrar con lo mejor de sí mismas, porque son un tesoro»; por tanto, «que no tengan miedo, porque van a ser felices; que Jesucristo no quita nada, da mucho más de lo que pensamos». «¿También la felicidad?», le interpelo… «Sí, Él nos da la felicidad más profunda, lo que busca todo hombre y toda mujer hoy, pero que lo buscan, tal vez, por caminos que muchas veces no son los correctos». Y, con ellas, «nos preguntaremos acerca de su vocación, para que no se queden con esa duda de saber si Dios les llama».
La felicidad plena de Jesucristo
El monasterio, situado en medio del Camino de Santiago (entre Roncesvalles y Santiago) y compuesto por 12 religiosas entre los 21 y los 88 años –con dos de ellas muy graves–, vive feliz en un rincón escondido de Sahagún. Y «es un tesoro de hace muchos siglos», como cuenta la madre abadesa. Se cimienta en los principios de san Benito, quien «quiere que celebremos con alegría y con mucha paz».
Su vocación es un salto al vacío en las manos de Dios, en el querer de Dios, «en algo que toda persona busca, que es la felicidad», como confiesa la madre Anuncia. «Y la felicidad plena solo la da Jesucristo». Eso sí, en libertad, reconoce la religiosa, con voz pausada y creyente, para que todo el mundo lo sepa, «porque somos de vida contemplativa, pero no tenemos clausura». Y con el lema que les define en la mirada –Ora et labora–, vuelve a aludir a la paz como el proverbio trascendental donde descansar el alma, la fe y el corazón: «Si tenemos paz, lo tenemos todo, porque es el mayor don que podemos tener».
Si eres joven y deseas vivir una experiencia de fe hasta escuchar lo que Dios quiere de ti, de tu vida, de tus manos gastadas, las Madres Benedictinas de Sahagún tienen un lugar reservado con tu nombre. Si abres la puerta, nunca más volverás a tener miedo: 662 171 813.