«¿Qué es lo que falla en la Iglesia? La respuesta es: yo»
El primer día del Sínodo de los Obispos dejó interesantes reflexiones sobre los retos que afronta la nueva evangelización. ¿Por qué muchas instituciones educativas no educan?, se preguntó el Prefecto de la Congregación para la Educación Católica. ¿Por qué se mantienen las reticencias a los nuevos movimientos?, plantó el Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, que extrajo enseñanzas válidas para toda la Iglesia sobre los métodos evangelizadores de estas nuevas realidades
«¿Por qué el aumento constante del número de nuestras instituciones educativas va acompañado por una creciente crisis de fe?». Se hace esta pregunta el cardenal Zenon Grocholewski, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica. Y para responderla, acude a un comentario hecho por un laico sobre un sacerdote: «Realmente sabe mucho sobre Dios, pero no estoy seguro de que conozca suficientemente a Dios. Parece que no tiene suficiente experiencia de Jesús». Y añade el Prefecto: «El mayor obstáculo para convertirse en un teólogo (o pastor) constructivo y, por tanto, eficaz en la perspectiva de la nueva evangelización es, sin duda, la soberbia con su aliado natural: el egoísmo. Por la manía de llegar a ser grande, original, importante, muchos se reduce a ser pastores que se apacientan a sí mismos, y no al rebaño», como denunciaba san Agustín.
«La Nueva Evangelización nos recuerda que los verdaderos agentes de la evangelización deben ser evangelizados primero», subrayó el cardenal Timothy Michael Dolan, arzobispo de Nueva York. «Nos hemos ocupado mucho en reformar estructuras, sistemas, instituciones», y hemos descuidado visitar más a menudo el confesionario. «¿Qué es lo que va mal en el mundo?», se pregunta, citando a Chesterton. «No es la política, la economía, el secularismo, la contaminación, el calentamiento global. No. Como escribió Chesterton, la respuesta a la pregunta “¿Qué es lo que va mal en el mundo?” son dos palabras: Soy yo».
Sobre la necesidad de superar «ciertos debates intra-eclesiales» habló también el nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Gerhard Ludwig Müller. Y añadió la necesidad de fortalecer la comunión, para que pueda tener éxito la nueva evangelización.
A la dificultad del reto que tiene hoy la Iglesia se refirió monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización: «La ignorancia de los contenidos básicos de la fe se conjuga con una forma de presunción que no tiene precedentes. ¿De qué manera se puede expresar la novedad de Jesucristo en un mundo impregnado sólo de cultura científica, modelado en la superficialidad de contenidos efímeros e insensible a la propuesta de la Iglesia? Anunciar el Evangelio equivale a cambiar de vida; pero el hombre de hoy parece muy ligado a este tipo de vida de la que se siente dueño porque decide cuándo, cómo y quién debe nacer y morir. Nuestras comunidades ya no presentan tal vez los rasgos que permiten reconocernos como portadores de una bella noticia que transforma. Parecen cansadas, repetitivas con fórmulas obsoletas que no comunican la alegría del encuentro con Cristo y no están seguras del camino que deben emprender».
Las tres leyes de la nueva evangelización
Muy significativa fue también la aportación del cardenal Salislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, que se centró en el papel de los movimiento y las nuevas realidades eclesiales, para extraer de su acción evangelizadora enseñanzas válidas para toda la Iglesia.
Estas realidades –lamentó– «siguen siendo aún un recurso no plenamente valorizado en la Iglesia, un don del Espíritu y un tesoro de gracias aún escondidos a los ojos de muchos Pastores, quizás atemorizados por la novedad que aportan a la vida de las diócesis y de las parroquias». Y añadió: «El empuje misionero de las nuevas realidades, de hecho, no deriva de un entusiasmo emotivo y superficial, sino que surge de experiencias muy serias y exigentes de formación de los fieles laicos a una fe adulta, capaz de responder adecuadamente a los desafíos de la secularización. La novedad de sus acciones, por lo tanto, no hay que buscarla en sus métodos, sino en la capacidad de reafirmar la centralidad de Dios en la vida de los cristianos».
El cardenal Rylko considera que los métodos de evangelización de los movimientos se pueden sintetizar en las tres leyes de la nueva evangelización que el entonces cardenal Ratzinger formuló para catequistas y profesores de religión con ocasión del Jubileo del año 2000: antes que nada.
«La ley de la expropiación, es decir, no hablar en nombre propio sino en nombre de la Iglesia, manteniéndose firme en el hecho de que evangelizar no es simplemente una forma de hablar, sino una forma de vivir: a saber, la clara consciencia de pertenecer a Cristo y a Su Cuerpo (¡Iglesia!) que transciende el propio yo.
La segunda es la ley de la semilla de mostaza, es decir, la valentía de evangelizar con paciencia y perseverancia, sin pretender obtener resultados inmediatos, y recordando siempre que la ley de los grandes números no es la ley del Evangelio. Es una actitud que podemos reconocer, por ejemplo, en la obra de evangelización emprendida por los movimientos y nuevas comunidades en las zonas más secularizadas de la tierra.
La tercera ley es la del germen de trigo, que para dar la vida debe morir, debe aceptar la lógica de la cruz. En estas leyes se encierra el secreto más profundo de la eficacia del compromiso evangelizador de la Iglesia en todos los tiempos».